domingo, abril 29, 2012

Rayo Vallecano 0-Barcelona 7


Tanto pedirle al Barcelona que disputara hasta el final el título de liga al Madrid aunque solo fuera para desgastarle de cara a Europa que al final han acabado los dos equipos eliminados y exhaustos en sus propios campos ante rivales mucho más descansados, que tiraron la liga hace semanas o meses. Es el problema de esta rivalidad histórica, caníbal, sin tregua alguna. ¿Que Cristiano marca 43 goles? Messi mete otros 43 y da 16 asistencias. ¿Que tú te vas a los 91 puntos? Yo ya llevo 84. ¿112 goles? Bueno, yo de momento voy por 104.

En una semana durísima, el Barcelona dio una auténtica exhibición ante el Rayo Vallecano, evidenciando de nuevo la enorme diferencia de los dos grandes con respecto a todos los demás equipos. Venía el Barça de perder dos títulos, los dos en su propio estadio, y conocer la decisión de Guardiola de abandonar el equipo con el revuelo consiguiente. Déjenme que me detenga un momento en este "revuelo": yo sabía que la idea que se manejaba en el Camp Nou era que Guardiola se iba y Tito Vilanova se quedaba como sustituto. No es que fuera algo seguro, pero digamos que era el Plan A y así lo publiqué en otro medio hace 10 días y si no lo hice antes fue casi por pudicia.

Si yo, que vivo a 600 kilómetros de la noticia y apenas tengo fuentes, sabía que eso iba a ser así, es complicado que nadie más lo supiera entre la prensa, entorno y los propios jugadores. Que no se quisiera hacer público antes, incluso que se quisiera actuar con prudencia ante un posible cambio de opinión de Guardiola, es razonable. Todos estos gritos de sorpresa ya confirmada la decisión sinceramente me pillan con el pie cambiado. No sé a qué están jugando, tenía que ser un secreto a voces y se empeñan en negarlo incluso cuando ya es un nombramiento oficial.

Esto nos lleva a la relación del cuerpo técnico con sus jugadores. Que después de trece títulos en tres años y medio y la admiración total, más los conseguidos con la selección por buena parte de los jugadores, Guardiola y Vilanova fueran capaces de hacer correr a sus jugadores hasta el punto de sumar 11 victorias consecutivas en el peor momento de la temporada ya era meritorio. Que lo hicieran incluso sospechando que su entrenador jefe no seguiría, añade más mérito. Que lo sigan haciendo, muestra una lealtad muy poco común en el deporte de más alto nivel.

El Barça empezó tímido en Vallecas, con su clásica empanada inicial en el movimiento de balón, perdiendo demasiadas pelotas y facilitando la presión al Rayo. No estaban Xavi ni Iniesta pero el planteamiento se asemejaba al de los años gloriosos: cuatro defensas, un pivote, dos centrocampistas de posición y llegada y tres delanteros con profundidad, gol y movimiento tanto hacia dentro como hacia afuera. Cómo lo agradeció el equipo y el aficionado. Mucho se repite la palabra "modelo" cada semana en Barcelona pero no está claro que todos estén hablando de lo mismo.

Si el modelo es tener el balón y atacar, eso no es decir mucho. Lo que trajo Guardiola que no estaba antes no fue la posesión y el gol, sino la contundencia en la presión y en la defensa y el hallazgo de extremos que puedan marcar casi tanto como los propios arietes (Henry y Eto´o en 2009, Pedro y Bojan en 2010, Villa y de nuevo Pedro en 2011). La tendencia de este año a convertir cada partido en un jeroglífico táctico para entendidos ha liado un poco a los jugadores y ha creado una sensación extraña en el ambiente, como si hubiera que reivindicar la pureza de cada jugada o cada partido tuviera que ser la demostración de algo superior.

Es muy difícil jugar al fútbol y disfrutarlo cuando no solo tienes que ganar sino que tienes que ser un ejemplo universal de calidad técnica, conducta en el campo y moralidad. En serio, esto se ha llevado demasiado lejos. El empeño en "no ser como Mourinho" ha hecho olvidar que este equipo no ha sido nunca el Inter, pero se parecía más al Milan de Sacchi o al Ajax de Van Gaal que al propio Barcelona de Cruyff. La vuelta al 3-4-3 fue un buen recurso en ocasiones pero su establecimiento como opción preferente no ha beneficiado al equipo. El regodeo en el juego de mediocampo sin profundidad, tampoco.

Lo único que tiene hacer Vilanova es dar un par de pasos atrás y encontrar así un punto medio. El resto lo tiene.

También será importante recuperar a Pedro. El partido del canario fue un escándalo. Si el martes o el pasado sábado estaba lesionado, hoy desde luego no lo pareció. Todo el mundo comete errores, pero la presencia de Pedro en los partidos clave se antoja imprescindible. Sobre todo cuando los sustitutos son Cuenca y Tello, que no están aún para niveles de semifinales de Champions o derbis contra el Madrid. Poco a poco. En Vallecas, Pedro presionó, asistió, goleó, corrió hasta por balones perdidos con 0-5 en el marcador... Impecable. Junto a él, un solvente Alexis, bien abierto a banda y dejando el medio libre y sobre todo, de nuevo, Messi.

Da gusto ver jugar al Barcelona con espacios. Los espacios son clave en el fútbol y si coloco dos falsos nueve más dos extremos y tres medias puntas y lleno toda la zona de ataque, es complicado encontrar huecos y jugar bien de verdad. En Vallecas hubo hueco para la llegada y Messi se benefició de ello. No es que sus partidos ante Real Madrid y Chelsea fueran malos, pero le faltó acierto y espacio vital. Entre los rivales y sus propios compañeros solo le faltaba tener que regatear al árbitro. De los siete goles de su equipo marcó dos, asistió en dos -incluso en un tercero que acabó con gol en propia puerta- y disparó a la cruceta justo antes de que Pedro empujara el rechace a la red.

Este es el Barcelona más goleador de la historia y probablemente llegue a los 110 goles en liga, pero no hay que olvidar que, de momento, 59 de los 104 goles anotados han salido directa o indirectamente de los pies de Messi. Un porcentaje de dependencia preocupante. Cuando el argentino no está excelso -y jugando 60 partidos al año, hay que contar con ello- el Barcelona ha tenido demasiados problemas. En el total de la temporada, Messi lleva 65 goles y 26 asistencias, es decir, ha participado en 91 goles de su equipo, cifra que algunos aumentan hasta 93.

En definitiva, lección de compromiso de un Barcelona que podría haber bajado los brazos y prepararse para la Copa y sin embargo le dedicó a su entrenador un nuevo esfuerzo. Con 4-3-3, con laterales que llegan y extremos que tiran diagonales... y con Messi teniendo espacios. La receta de los viejos tiempos.