Acaba abril y aún no sabemos nada de la renovación del
entrenador más influyente del fútbol español en los últimos años: un hombre
que, viniendo de Tercera División, cogió a un equipo que acababa de quedar
tercero en la liga anterior, con pasillo humillante incluido al campeón en el
Bernabéu y moción de censura a su presidente, echó a su principal estrella y se
llevó 13 de los 16 títulos siguientes, cifra que aún podría aumentar a lo largo
de las próximas semanas.
Como el tiempo es traicionero, es posible que para cuando
ustedes lean esto, el dilema ya se haya resuelto y Guardiola haya renovado un
año más o haya preferido ceder los bártulos. En la última semana, he recibido
una información fiable de que se va y otra información fiable de que se queda.
Imposible saberlo. Si algo ha hecho bien el Barcelona en los últimos años
–entiendo que con cierta cooperación de los medios que cubren al equipo- es
impedir filtraciones, tanto en fichajes como en operaciones delicadas como
ahora con la renovación de su técnico.
¿Qué importancia ha tenido Guardiola en el Barcelona? Toda.
Por supuesto, ahora Messi se lleva los elogios porque se ha convertido en un
jugador de otra época, pero si el argentino ha llegado a ese nivel es porque su
técnico le quitó de la banda, le llevó al centro y supo blindarlo para que nada
ni nadie le molestase. Sin Guardiola puede que Messi siguiera siendo un extremo
habilidoso y rápido con facilidad para el gol o el jugador intrascendente que a
menudo es con Argentina. Puede. También puede que no, pero el caso es que ha
sido Guardiola el que ha llevado a Leo al estrellato mundial.
En general, los cuatro años de Guardiola en el Barcelona han
conseguido ligar algo que parecía imposible: juego bonito y resultados. Da
gusto ver al Barça no solo porque triangule mucho o tenga mucha posesión sino
porque corren como condenados. Ha sido el equipo menos goleado de la liga en
las últimas cuatro temporadas. La diferencia con versiones anteriores como las
de Rijkaard, Van Gaal o Cruyff es precisamente la facilidad para llevar el
orden táctico un paso más allá: cada jugador sabe dónde ubicarse en la presión,
dónde empezar, dónde delegar y cómo reconstruir el ataque. Probablemente nada
de esto hubiera sido posible sin Busquets, pero, ¿qué sería de Busquets sin
Guardiola? Quizás estaría cedido ahora mismo en el Sabadell.
Por todo esto, el miedo del barcelonista a que Guardiola se
vaya del banquillo es lógico. El de Santpedor es un chollo: te permite mantener
un discurso “buenista” por el cual todo lo que hace tu equipo es la bondad
personificada y además te da los títulos, que es lo que todo hincha quiere. Al
aficionado de a pie le da igual si en su camiseta pone UNICEF o Qatar
Foundation, pero perder contra Mourinho le lleva por la calle de la amargura y,
hasta ahora, Guardiola ha sido el muro de contención de todas esas
frustraciones.
Dicen los que saben que el objetivo de Pep es dejar a Tito
Vilanova de entrenador cuando él se vaya. Una manera de garantizar la
continuidad. En la directiva hay lógicas dudas de que Vilanova pueda aguantar
la presión mediática que supone entrenar al Barça. A este nivel, el talento
táctico, el conocimiento, incluso el trato con los jugadores es muy importante,
pero saber lidiar con la presión en primera persona, dar la cara seis veces a
la semana ante la prensa y aguantar los mensajes sibilinos tampoco es
precisamente sencillo.
Aunque Guardiola llegara sin más experiencia que la del
filial, por su larga trayectoria como capitán del equipo sabíamos que se
amoldaría al liderazgo público con facilidad. Saber soportar los halagos
desmedidos, incluso ridículos, y las críticas y odios que toda popularidad
conlleva. ¿Será capaz de eso Tito Vilanova? No lo sabemos. Por otro lado,
¿quién si no? ¿Volver a la escuela holandesa, caer en la tentación del técnico
serio y trabajador y los fichajes brasileños?
Si algo ha conseguido el Barcelona desde 2004 es quitarse de
encima un sentimiento de inferioridad que parecía haber desaparecido con Cruyff
y Van Gaal pero que los cinco años de Gaspart y compañía volvió a poner de
relieve. Los tiempos de los cochinillos y las llantinas. No va a ganar siempre.
Ganará más o menos las mismas veces que el Real Madrid, puede que menos. Siempre
ha sido así, no es ningún escándalo. Lo importante es que sepa adónde va. Con
Guardiola o sin Guardiola. Y a la vez saber disfrutar del presente y del
pasado. Si Pep se fuera este mismo verano, aparte de una lógica inquietud, el
aficionado culé debería sentir gratitud, casi alivio. Ese hombre se ha dejado
la salud por su club, quizás haya llegado el momento de que él también
descanse.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"