Por fin ha llegado el momento con el que soñaban determinados analistas desde hace años: definitivamente, van a poder etiquetar a UPyD como aliado de la izquierda o de la derecha. Normalmente, la etiqueta es la excusa para el odio, para soltar los perros, pero en el caso de la formación de Rosa Díez, el orden se invirtió hace tiempo: antes incluso de la etiqueta, el odio ya estaba ahí presente. Ahora solo queda confirmarlo con una decisión, la decisión de Asturias.
Por supuesto, la situación es caótica, pero de eso UPyD no tiene ninguna culpa. La gente votó a Cascos en mayo de 2011 y el PP le hizo la vida imposible. No es que Cascos sea de mis políticos favoritos, ni mucho menos, pero, en fin, que el PP le critique me resulta muy cómico. Más cómico aún es que después de forzar nuevas elecciones, el partido de Rajoy haya vuelto a quedar tercero y pueda incluso quedarse fuera del ámbito de decisión de Gobierno. No es cómico, es ridículo. Si todo eso se basara en ideales, en proyectos, lo aplaudiría. Cuando depende de egos y luchas por el poder, me da bastante vergüenza ajena.
La reciente vuelta de tuerca en la trama con la inclusión del voto emigrante, la adjudicación de un nuevo escaño al PSOE y el empate a 22 escaños entre las fuerzas de “izquierda” y las de “derecha” —las dos grandes etiquetas de este país, tan anclado en el siglo XIX-, hace que el voto impar sea el decisivo. El voto de Ignacio Prendes, candidato magenta. ¿Qué puede hacer Prendes en esta situación? Haga lo que haga se le echarán encima pero, llámenme inocente, creo que lo hará desde la convicción y no desde el despecho.
A UPyD se le pueden criticar muchas cosas, entre ellas su dudosa capacidad de autocrítica y su dificultad para hacer llegar su mensaje con claridad, cosa que por supuesto ellos niegan pero que parece un hecho viendo los resultados electorales recientes. Lo que no se les puede criticar, o al menos yo no tengo motivos para hacerlo, es un intento precisamente de superar las divisiones de hace dos siglos y dejarse de bandos. Ir a las cosas mismas, a las propuestas concretas, a lo que interesa al ciudadano, con mayor o menor éxito.
Por eso, no creo que la decisión la tenga que tomar Prendes. La decisión la tienen que tomar los demás partidos. ¿Son capaces de dejar a un lado sus obsesiones ideológicas y pensar en el bien común? Entonces UPyD los apoyará. ¿Se enrocarán en programas basados en el odio al otro, la complacencia con la corrupción propia y el personalismo? Entonces, me temo que ahí no hay nada que se pueda consensuar.
Ya en las pasadas municipales, cuando se intuía que UPyD sería clave en determinados ayuntamientos, Rosa Díez dejó claro que su formación solo apoyaría proyectos y no siglas. A nivel nacional, se estableció de entrada que la modificación del modelo de Estado y de la ley electoral eran condiciones sine qua non. Si todos los partidos hubieran obrado así en el pasado en lugar de dar sus votos a los “afines” y cerrar los ojos, ahora tendríamos probablemente una administración más sensata y una representación institucional más equilibrada, pero no es el caso.
Lo que yo le pido a UPyD en Asturias es que sea coherente. No coherente con la izquierda o con la derecha. Coherente con sus votantes, los que creyeron en ese mensaje. Eso tampoco quiere decir que se tenga que situar por encima del bien y del mal. Simplemente, constatar que su apoyo exige unas condiciones y que, sin esas condiciones no hay apoyo, y sin apoyo hay empate. Y nada, que sigan mirándose el ombligo y convocando elecciones cada diez meses para acabar empatando a cero una vez tras otra. Si es lo que quieren, es lo que tendrán… y si quieren otra cosa, pueden empezar a negociar, con nociones políticas que vayan más allá de Barrio Sésamo.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"
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