La última comparecencia de Rajoy ante la Ejecutiva Nacional
del Partido Popular, justo un día antes de la presentación de los Presupuestos
Generales del Estado, tuvo un punto de capitán Renault descubriendo que en el local
de Rick se jugaba. “No es momento de pabellones ni de autopistas ni de
aeropuertos”, dijo a sus líderes regionales, mientras González Pons silbaba y
miraba al techo. Bueno, no está mal que se dé cuenta ahora de que construir
aeropuertos sin aviones no parece demasiado viable, pero si se hubiera dado
cuenta unos añitos atrás, justo antes de meternos a todos en este lío enorme ya
habría sido la leche.
Tantas vueltas con la deuda, tanto devolver intereses, tanto
ahondar en una especie de culpabilidad colectiva –recuerden: “Han vivido
ustedes por encima de sus posibilidades”-, que al final resulta que debemos una
cantidad ingente de dinero y no sabemos muy bien por qué ni quién se lo ha
gastado ni si es lo más justo que lo tengamos que reponer entre todos para que
vuelva el momento de los pabellones y los aeropuertos y se lo vuelvan a gastar.
Y quien no entienda que esto no es una cuestión de PP o PSOE, izquierda o
derecha, sino de sentido común y, hasta cierto punto, patriotismo, se condenará
a ver cómo la historia se repite en un eterno retorno a poco que salgamos de
ésta.
Que está por ver.
En fin, yo no iba a hablar de grandes cifras, sino de
pequeñas. Por supuesto, hay industrias desapareciendo a cada momento, sin
lanchas de Greenpeace que las protejan, y más que van a desaparecer, como
desaparecerán los puestos de trabajo, los derechos a prestación por desempleo,
la capacidad adquisitiva, el hábito de consumo, las viviendas hipotecadas y así
sucesivamente. En un momento así parece complicado ponerse a hablar del cine
español y lanzar un último “Salven a las ballenas”, pero si antes no era
momento de hablar porque todo iba bien. y ahora no es momento de hablar porque
todo va mal, ¿qué hacemos entonces, condenarnos al mutismo?
El caso es que los Presupuestos confirman lo que ya
sabíamos: que las ayudas en forma de subvención al cine español van a caer
hasta el punto de dejar a la industria tiritando. Puede que ese no sea el
principal problema, sino precisamente la incapacidad legendaria de crear una
industria fuerte al margen de las subvenciones o la gestión más que dudosa de
ese dinero público en demasiadas ocasiones, pero permítanme que a mí me dé
pena. Me da pena todo lo que suponga una disminución de la oferta cultural, eso
es así.
El cine español ha gozado de muy mala prensa en los últimos
años y desde luego no ha hecho demasiado por caer bien. De entrada porque ha
dejado que unos pocos hablen por todos y que lo hagan continuamente y con muy
poco criterio. Luego, por el propio estigma: “cine español”. Me consta que los
nuevos directores huyen de esa denominación como muchos jóvenes cantantes
vienen huyendo de la de “cantautor”. Suena rancio. ¿Qué es el cine español en
cuanto a temática? Imposible saberlo. No se puede comparar un Almodóvar con un
Amenábar o un Bayona igual que no se puede comparar a un Balagueró con un
Rodrigo Cortés o un Enrique Urbizu.
La riqueza de la carta de platos del cine español es
tremenda. ¿Tiene el restaurante un buen comercial? No, no lo tiene. Pero tiene
el talento. Un talento que se va a ir por el desagüe, tanto en términos de
dirección como de actuación, escritura, técnicos, etc. En los últimos diez años
hemos tenido nominados a los Oscar casi en cada edición, sea en una categoría o
en otra, desde banda sonora original a maquillaje. El cine español es valorado
en el extranjero, cumple una labor de entretenimiento más allá del topicazo
puntual de la guerra civil y acoge a miles de trabajadores que se ven
condenados a perder, ellos también, su empleo.
Rajoy dice que no le gustan nada sus presupuestos. Lo dice
mucho porque estamos en Semana Santa y no hay nada como hacerse El Doliente. Pedirle
que invierta en cultura como bien social es mucho pedir, lo sé, pero no todo
depende del Estado, obviamente. Se puede hacer algo más: ir al cine y comprobar
si entre las películas que nos interesan hay alguna española. Si no es el caso,
qué le vamos a hacer. Si lo es, vayamos a verla; piense que muy pronto –muy,
muy pronto, solo este año se rodarán un tercio de las películas que se rodaron
el año pasado- puede que no tengamos esa capacidad de elección.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"