- El ejercicio de un derecho no se puede analizar en términos de fracaso o de éxito.
- Por eso mismo, es absurdo que los sindicatos intenten cuantificar ese éxito en base a unas cifras ridículas, llegando a decir que el 85% de los trabajadores secundaban el paro.
- Decir eso es, de alguna manera, burlarse del tanto por ciento de trabajadores que sí han hecho huelga y han considerado ese sacrificio necesario.
- Es curioso que un gobierno tan torpe como este no haya repetido la gran torpeza de Cabanillas de 2002 de decir "no hay huelga hoy en España", lo cual, por cierto, tampoco andaba lejos de la realidad, pero era una enorme falta de respeto y una vía de agua innecesaria. Esta vez se han callado y que la gente lo viera.
- Yo lo que he visto -en Madrid- es una normalidad total, en todo tipo de comercios, y también en la construcción, dicho sea de paso. O en lo que queda de la construcción, que es bien poco.
- El consumo energético es un indicador del seguimiento de una huelga. Como la caída es de un ridículo 15% según
Politikón, el argumento ha pasado a "es que se han dejado las farolas encendidas para maquillar ese dato". A la hora de saber perder, el español nos sorprende cada día. En cualquier caso, insisto, bastaba con pasearse por la calle: el seguimiento de la huelga hablaba en cada cafetería.
- Todo aquel que haya hecho huelga hoy no necesita mi respeto ni nada de eso. Sería paternalista. Es un derecho, punto. Ponerse a cuestionar si los demás deben ejercer o no sus derechos es ridículo. Lo mismo que los demás se pongan a cuestionar si tú los ejerces.
- No hacer huelga no significa que te guste la política del gobierno ni la reforma laboral. Como decía Loriga, "no todo lo que no es filete son patatas". A mí no me gusta nada. Lo he dicho públicamente varias veces. Ahora bien, no creo que la huelga general sea la solución, ni siquiera un paso adelante y desde luego no cuando es convocada por unos sindicatos que compadrean con PP y PSOE puestos en consejos de administración y subvenciones millonarias.
- Lo que no quiere decir que no haya sindicalistas muy honrados, muy trabajadores y muy convencidos de su tarea, con muchísimos sacrificios. Vuelvo a lo del filete y las patatas. No lo digo por decir: los conozco.
- Si yo no creo en la huelga general como método de presión en una sociedad de servicios es simplemente porque creo que solo perjudica al trabajador y al consumidor, pero al empresario, básicamente, le da igual, salvo al pequeño empresario, que sí la sufre y le puede llevar a la quiebra. Si yo no doy clase, pierdo el dinero, cedo mi derecho a trabajar, que me encanta, privo a mis alumnos de clases que intento que les hagan mejores y piensen por sí mismos... y le ahorro un sueldo a Ana Botella, que ya sabe cómo cuadrar el déficit: restándole el dinero a los trabajadores.
- Lo de la huelga de consumo. Promovida desde Internet. La teoría por la cual dejar que el restaurante de abajo se arruine es bueno, pero gastar electricidad y conexión a la red gritándolo a los cuatro vientos mientras el contador de Telefónica o el de Unión Fenosa sigue subiendo es maravilloso, no deja de sorprenderme.
- Tanto imperativo: "Trabaja por España", titula La Razón. "Lucha por tus derechos", me piden los sindicatos silbato en boca y bandera en mano. Agradecería que dejaran de gritarme y darme órdenes. Unos y otros. Y que me escucharan un poco. Que nos escucháramos en general. Resulta agotador.