miércoles, marzo 28, 2012

Milan 0- Barcelona 0



El ensimismamiento de los aficionados y analistas de Real Madrid y Barcelona hace que pensemos a menudo que cualquier otro equipo es inferior de por sí y que no solo debe ser derrotado sino goleado. Perdemos por completo la perspectiva. Puede que el fútbol italiano no esté pasando por su mejor momento –si quitamos el Mundial de 2006, la Champions del Milan en 2007 y la del Inter en 2010, que no es poco- pero jugar en San Siro contra el campeón del Scudetto, actual líder y en una racha impresionante de victorias no puede ser fácil. Me niego a creer que sea fácil.

Para los que crean que un empate a cero allí sabe a poco permítanme que discrepe: todo lo que sea salir vivo de un campo así me parece bien y que al Barcelona le valga cualquier tipo de victoria en su propio campo, ante su afición y con unas condiciones de césped bien distintas es una excelente noticia para el aficionado culé. Sí, podrían haber ganado 0-7 con cinco goles de Messi, pero esas cosas no suceden a menudo.

El Milan es un excelente equipo. Bajo la excusa constante de su veteranía se esconde una plantilla variada, con muchos recursos, tremendamente competitiva y que te puede sorprender por fuerza –Boateng-, habilidad –Robinho- o magia –Ibrahimovic-. Súmenle a dos centrocampistas como Ambrosini y Seedorf cuya fecha de nacimiento me da igual, siguen entre los mejores del continente, y a una defensa que se entendió a las mil maravillas, sabiendo cuándo doblar y cuándo fiarlo al uno contra uno y la eliminatoria, al menos para mí, era temible de entrada.

Por supuesto, sigue siéndolo, porque un triste empate en Barcelona clasifica a los italianos, pero si el drama llega, tendrá que ser en el Camp Nou, donde es de suponer que el Barça gestionará mejor los espacios. No fue así en San Siro: manejó muy bien la presión, supo ser físico, apenas concedió un par de oportunidades en la primera parte… pero en ataque se mostró incómodo con el balón, sin apenas combinaciones, con confusión entre la filigrana y la conducción excesiva y con un césped que dejaba incluso a los jugadores más técnicos en evidencia.

Guardiola se la jugó con Keita en el once inicial y el partido le dio la razón. El malí estuvo soberbio en una  función que no podía hacer Cesc, un Cesc que, además, pasa por un mal momento de forma. La mejor manera de atacar al Milan era robándole el balón arriba y descolocándolo. En ese sentido, tanto Keita como Busquets estuvieron muy listos y el trabajo de Mascherano y Piqué atrás rozó la perfección. Fallaron los laterales: Puyol se siente terriblemente incómodo en el costado izquierdo y Alves abusa de la cabalgada sin acabar de leer bien el momento de dar el pase.

Si a eso le unimos un gran partido de Xavi, ¿qué falló entonces?

Bueno, fallaron los delanteros, o, más bien, la forma de atacar en estático. O acertaron los defensas, nunca se sabe. Messi lo intentó varias veces pero siempre con tres jugadores italianos encima y turnándose para empujar, agarrar, golpear o incluso tumbar con una patada de kárate como en el caso de Nesta. Es de suponer que en el Camp Nou, el Milan no se podrá permitir una defensa así. El argentino se descentró, sus compañeros dejaron de encontrarle y el Barcelona se hizo previsible.

Con los matices que ponen las lesiones y la habitual dificultad de jugadores formados lejos de La Masía para entender el juego barcelonista en su primera temporada, hay que reconocer que el rendimiento de Alexis es mejorable. Mejorable teniendo en cuenta su precio y sus expectativas. Su problema no es de voluntad, desde luego: en cada partido se deja el alma. Simplemente no acaba de entender el juego a la misma velocidad que sus compañeros y su relación con Messi no acaba de funcionar. Alexis corre y corre pero apenas se para a pensar. La salida de Tello en la segunda parte mejoró al equipo, e incluso Pedro se mostró más participativo.

El otro problema fue Iniesta, en una posición en la que puede jugar pero difícilmente destacar, al menos ante un equipo tan fuerte en defensa: la banda izquierda. Cuando tienes cuatro centrocampistas como Xavi, Iniesta, Cesc y Thiago dejar a uno en el banco ya es complicado pero dejar dos parece una herejía. Si tenemos en cuenta que ninguno es pivote y que Busquets y Keita se vienen alternando en esa posición, el esquema del Barcelona obliga a jugar con tres defensas –opción que apenas funcionó en partidos decisivos a principio de temporada y se ha reservado a momentos puntuales y habitualmente en los partidos de casa- o a descolocar a uno de sus creadores.

Normalmente le toca a Cesc, ya completamente desubicado, y este miércoles le tocó a Iniesta. El manchego estuvo desaparecido y tenso. No supo manejar el balón cuando le llegó y no dispuso de espacio alguno para demostrar su talento, hasta el punto de ser el primer cambio del equipo, no se sabe si por problemas físicos o simplemente porque Guardiola prefirió abrir el campo con dos extremos y mantener a Keita en la presión.

Frente a eso, el Milan opuso mucho coraje, mucho juego físico, bastante inteligencia y poca ambición. Si quieren jugársela en el Camp Nou, insisto, me parece bien. No dejarán de ser un equipo peligroso pero incluso el Inter de Mourinho supo en su momento atacar y meter tres goles que daban un colchón necesario. Viendo el rendimiento del Barça esta temporada en su campo, y aunque muy a principios del año el Milan se encontrara con un empate a dos agónico, ni siquiera intentar una victoria mínima en San Siro puede costarle muy caro al campeón italiano y siete veces campeón de Europa.