El mantra resulta fatigoso: “No se puede gastar más de lo
que se ingresa”. Normalmente, la sentencia viene acompañada de una coletilla
mundana, para todo los públicos: “Eso lo sabe cualquier familia”. La
comparación de la gestión del dinero del Estado con la de una familia es
confusa. La comparación de la gestión del dinero del Estado con la de una
empresa sería quizá más clarificadora aun dejando claro que el objetivo del
Estado no es, de por sí, conseguir una plusvalía ni repartir dividendos.
Aunque pudiera pasar.
El mantra además es falso. No solo es falso sino que,
teniendo en cuenta que viene repetido por mentes que se hacen pasar por
liberales, es una mentira descarada. La base del capitalismo está precisamente
en el concepto de inversión, para lo cual es necesario un crédito y una
consiguiente deuda. Eso lo sabe cualquiera, no hay que ser un malvado bróker de
Wall Street ni un Alessio Rastani de turno para darse cuenta: si todos
gastáramos solo lo que ingresamos, no habría emprendedores, no habría
empresarios, no habría empresas, no habría puestos de trabajo.
Es muy probable, en cualquier caso, que, de seguir así, ese
sea el futuro, pero, insisto, al menos digamos la verdad alguna vez. Acepto la
posibilidad de que la situación actual de las arcas españolas, no ya por la
cantidad de la deuda sino por el altísimo interés al que se vende, exija
medidas excepcionales. Bien, expliquemos las medidas y razonemos por qué se ha
llegado hasta este punto. Más que nada para no volver a repetir los mismos
errores. No vengamos con generalidades del tipo “hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades”, sin saber quiénes hemos vivido así ni cuáles eran
nuestras posibilidades. No vengamos con cuentas del tendero, papel y lápiz,
sobre ingresos y gastos. Vayamos a los problemas mismos.
Efectivamente, el dispendio público ha sido notorio en los
últimos años. Notorio y hasta cierto punto incontrolado. Nadie vigila a nadie,
hasta el punto de que el PP intenta hacer creer que se “ha encontrado” con una
desviación del déficit que no esperaba cuando buena parte de esa desviación
proviene de las Comunidades que el propio PP gobierna, salvo honrosas
excepciones como Madrid. Ahora bien, ese dispendio tiene responsables y esos
responsables tienen nombres y apellidos. Antes de fustigarnos a todos y
pedirnos comprensión, investiguemos qué se ha hecho mal y quién lo ha hecho,
con qué motivos.
Endeudarse puede ser una pésima decisión en determinadas
situaciones. Eso sí es razonable. Lo que no es razonable, insisto, es repetir
una tontería mil veces. La inversión, el préstamo, la deuda… es la base misma
del capitalismo desde sus orígenes, es la condición de posibilidad del
empresariado y de la generación de riqueza. Cuando un emprendedor inicia una
empresa, obviamente, tiene que asumir unos gastos que no tiene bajo el colchón
de casa. Tiene que pedir un crédito. Endeudarse. ¡Pero no por capricho! Se
endeuda porque invierte, porque intuye que esa deuda se convertirá en ganancia,
en riqueza, en plusvalía. En serio, no hace falta ser Margaret Thatcher para
entender algo así.
¿Puede el Estado hacer lo propio? Dependerá de la situación
concreta y de la inversión concreta. Pero, desde luego, un estado capitalista,
es más, un estado liberal, no debería descartar la posibilidad de endeudarse…
siempre que esa deuda no sea para construir aeropuertos sin aviones sino para
fomentar una riqueza posterior. Esto está en Adam Smith, pero escuchando a
determinados liberales parece que su mundo ideal no es el de Smith sino el de
Mel Gibson en Mad Max, una especie de guerra constante de todos contra todos,
cada uno a lo suyo.
Todos compiten, pues, menos el Estado. Bien, si esa es la
idea, que se diga abiertamente. Es una opción. La otra opción es mantener un
cierto déficit, un cierto endeudamiento en la esperanza de que ese dinero se
utilice en proyectos que den después un beneficio. Si esa no es la situación de
España, que se explique y se reduzca el
gasto. Pero que se den razones y cifras, que no se anden con subterfugios y
menos con recetas de la abuela. En serio, si nadie hubiera gastado nunca más de
lo que ingresaba seguiríamos en un sistema feudal. Se supone que no es lo que
queremos.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"