domingo, marzo 11, 2012

Racing de Santander 0- Barcelona 2


Sabedores de que no van a ganar esta liga -y no la van a ganar porque no han sido tan regulares ni tan contundentes como lo ha sido el Madrid, punto- los jugadores del Barcelona hacen bien en afrontar cada uno de los partidos que quedan como un reto personal competitivo: encontrar maneras de funcionar sin levantar el pie del acelerador, nuevas conexiones, nuevos dibujos y el sabor dulce de la victoria que siempre es la mejor vitamina para un equipo así. Es muy difícil competir luego en Champions cuando te has abandonado el fin de semana y desde luego todo lo que prolongue el alirón del Madrid será bueno cara a un posible enfrentamiento en Europa: si no puede quitarle la liga al equipo blanco, bueno es que, al menos, le desgaste.

Aparte, están los premios para Valdés y Messi. El hecho de que el portero esté un poco más cerca de ganar su cuarto Zamora consecutivo habla bien a las claras de la contundencia defensiva del Barcelona en la era Guardiola incluso en un año sin centrales y con un Piqué en bajo estado de forma. Messi, por su parte, tendrá complicado alcanzar a Cristiano Ronaldo, un delantero soberbio, pero la lucha entre los dos promete ser un auténtico espectáculo con record casi asegurado.

Dicho todo esto queda el partido en sí. Poco que contar. El Racing sigue en una dinámica autodestructiva que pasa por un dueño desaparecido, el quinto entrenador en siete meses, un exótico delantero que no aporta nada y un juego insulso con propensión a la agresividad mal medida. Súmenle a eso un concurso de acreedores y rumores de impagos a los jugadores y tendrán un equipo con una ansiedad desmedida, muy complicado jugar al fútbol de esa manera y mi racinguismo bien que lo siente, se lo aseguro.

Desde el primer minuto el balón y las oportunidades fueron del Barcelona, que, sin embargo, volvió a mostrar una falta de puntería y verticalidad atroz. Su dominio en el juego era total, cimentado en la superioridad constante de Xavi, Cesc, Iniesta y Messi en el medio del campo y el recurso de dos extremos como Pedro y Cuenca para abrir el campo. Lástima que ambos estén lejos de su  mejor versión. Un par de entradas duras a Busquets y el propio Fábregas calentaron el partido y asustaron al aficionado culé. Afortunadamente, la cosa no fue a más. Envuelto en un nuevo arbitraje desquiciante, de esos que no sabes muy bien cuándo va a pitar ni a favor de quién, el partido evolucionó entre silbidos y un cierto tedio.

Iniesta pudo marcar el 0-1 pero su vaselina se estrelló en el palo, también pudo hacerlo Pedro en un par de ocasiones, pero al final tuvo que hacerlo Messi en una jugada típica: Xavi conecta con Cesc, Cesc centra al medio para la llegada de Leo y éste se adelanta a la defensa llegando desde atrás para estrenar el marcador. Hemos visto tantos goles de Messi que todos nos parecen repetidos pero este en concreto ya es un clásico. Con todo, su capacidad goleadora es solo un arma más dentro de un arsenal casi ilimitado. El mejor Messi aparece cuando es capaz de descargar el juego a un toque, desequilibrar desde el medio del campo para abrir a banda o meter un pase tenso, duro, de 25 metros al desmarque de un compañero. No digo que marcar 50 goles en lo que va de temporada -150 si contamos solo las últimas tres- sea algo irrelevante, pero no es lo único que sabe hacer el argentino.

El gol acabó del todo con el Racing, si es que quedaba algo en pie. Con el patadón a Babakán como único recurso ofensivo, los cántabros siguieron encerrados y a merced del Barcelona. Si la goleada no fue de escándalo se debió principalmente a la gran actuación del meta Fernández, sustituto puntual de Toño. Suerte tiene el Racing de que sus mejores jugadores sean los que cubren su portería. Fernández lo paró casi todo, contando en ocasiones con un punto de mira muy desviado de los Pedro, Cesc y compañía. Liderados por un gran Xavi y con Busquets, como siempre, instalado en la medular a su antojo, el Barça tuvo a bien aprovecharse de un penalti algo confuso para marcar el 0-2 al poco de empezar el segundo tiempo.

Me pondría a discutir sobre la jugada pero es que aún no sé qué pitó el árbitro. El hecho de que los comentaristas de Gol TV comenten desde un estudio hace que seguir el partido sea muy complicado. El realizador decidió que el penalti fue fruto de un leve agarrón a Cesc pero a mí me dio la impresión de que esa jugada ya estaba anulada por una falta anterior, mucho más clara, a Alves. Nunca lo sabremos, me temo. Cierto es que los comentaristas están vendidos en esas condiciones de trabajo y que no es culpa suya, pero que los abonados tengamos que pagar los platos rotos tampoco es de recibo.

En fin, tras el penalti convertido por Messi -¿quién si  no?- el Racing pareció echarse un poquito al monte, algo que quizá debió haber hecho desde mucho antes. Coincidiendo con un claro bajón del Barcelona, un tanto apático en un partido decidido dentro de una liga decidida, los cántabros tuvieron un par de acercamientos e incluso un gol anulado por clarísimo fuera de juego. Cuenca también pudo hacer el 0-3 pero su balón se estrelló en el travesaño de nuevo.

Quedaba por ver a los chavales, en especial Tello, que tan buen sabor de boca dejó ante el Bayer Leverkusen. Guardiola apenas le dio veinte minutos y fueron los peores minutos del Barça. Messi se dejó el hat-trick en un par de ocasiones meridianas y el propio Tello abusó de individualidad en otros dos contraataques, quizás es lo que le falta medir aún a este excelente proyecto de jugador. Ante la pasividad de los dos equipos, el partido se fue apagando y el árbitro pitó el final entre silbidos, no se sabe contra quién. Mala pinta tiene este Racing desde principios de temporada. El Barça se limitó a cumplir, obligar al Madrid y buscar su propia racha de victorias. Quedan doce partidos y lleva 61 puntos. Soñar con los 90 por tercera temporada consecutiva puede ser otro estímulo forzado.