A los rezagados no nos queda más remedio que ponernos al día aceleradamente en lo que a Julio Camba se refiere: una de esas figuras intelectuales de entreguerras alejadas de la reivindicación fanática, el destino del pontevedrés no podía ser otro que el de quedar como autor "de culto" y tan claro lo veía él mismo que hay en sus columnas el guiño al entusiasta y la risa interior del que sabe sus límites mejor que nadie. "Mis columnas mejores" es un buen acercamiento a su obra, aunque la selección -hecha por el propio Camba y respetada por Pepitas de Calabaza- dé la sensación de que esconde aún páginas mejores en archivos por explorar.
Camba es uno de esos autores que esquiva el golpe con el sarcasmo. Bajo la apariencia de quien no se toma demasiado en serio y se dedica a vivir en una cierta excentricidad, queda el dardo preciso en la palabra. Sus reflexiones sobre los americanos son particularmente brillantes, más aún en unos tiempos en los que su imperio sobre el resto del mundo solo estaba fraguándose y parecía que Inglaterra, Francia y Alemania aún estarían llamados a ostentar la supremacía global durante décadas y décadas. Hay en Camba una continua pose de "naturalidad" que no puede ser tal si atendemos a la profundidad de su razonamiento. Una huida constante de la etiqueta, el principal enemigo del pensador español, aun a costa de perder partidarios y protagonismos.
En cualquier caso, cuando Ortega dice de ti que eres "la más pura y elegante inteligencia de España" realmente ya no tienes mucho más que ganar.
Con su aire de "yo solo pasaba por aquí", Camba lleva a la práctica lo que Ortega recrea en la teoría. El individuo en su circunstancia. El individuo frente a la sociedad, la nación, la cultura, la tradición... Hay en el personaje de Camba un punto de soledad buscada. Todos sus amigos son circunstanciales y con un punto distante; sus cenas, sus comidas, sus visitas... rara vez encuentran un contertulio más que ocasional y sin embargo consigue que el lector no vea en él a un huraño desencantado, sino la afirmación de una perspectiva. La perspectiva más radical, la del hombre que dialoga consigo mismo.
El único "pero" que uno puede ponerle a la recopilación -aparte de una puntuación algo errática- es el poco espacio dedicado al análisis de España desde la propia España, aunque el país esté siempre presente en sus viajes a Alemania, Inglaterra, Francia, Suiza, Italia o Estados Unidos. Por ejemplo, sus artículos sobre la república son brillantes, de una inteligencia suprema. Destaco tres momentos cumbre que tengo que compartir con ustedes porque lo bueno de Camba es que es como ese amigo o esa novia que todos estamos como locos por presentar a los demás. Empecemos por el concepto de "partido político" y "alternativa" en España, escrito en los años 30 para referirse a las décadas anteriores, las de la Restauración:
"(...) Era el sistema de los partidos turnantes, sistema algo defectuoso quizá, pero que no ha sido mejorado ni superado hasta ahora. Los partidos turnantes eran dos y, aunque ambos tenían el mismo ideario, consistente en apoderarse del Gobierno, se distinguían por la circunstancia material de que mientras el uno estaba arriba muy orondo, al otro no le quedaba más remedio que fastidiarse abajo. Por eso se denominaban con dos títulos, no solo diferentes, sino antagónicos: partido liberal y partido conservador. Cuando los liberales ocupaban los cargos oficiales, se entendía por conservadores a todo los españoles en situación de cesantía, y, viceversa, cuando los destinos del Estado eran desempeñados por los conservadores, decir un liberal equivalía a decir un hombre sin dos reales".
Léase su adelanto del periodismo contemporáneo:
"(...) El propietario (del diario) aceptó y durante varias semanas, en vez de suprimir, le añadíamos un cero a toda cifra de muertos. Fue un éxito formidable. Las otras empresas se volvían locas pensando en qué procedimiento serían los nuestros para obtener unas informaciones tan completas. Llegamos hasta a matar a muchos heridos en riñas de los alrededores de Madrid, heridos que los otros periódicos dejaban simplemente moribundos. Luego decidimos que este esfuerzo gigantesco estaba muy mal retribuido y lo abandonamos"
Y, por último, un certero análisis de lo que en España se entiende y se glorifica como "revolución":
"(...) Fui pensando en la extraña psicología de aquel hombre, buen republicano al parecer, que no sentía el menor deseo de sustituir con otras mejores las pésimas máquinas de nuestros trenes, pero que quería a toda costa ponerles unos nombres nuevos. Aquel hombre había votado, sin duda alguna, a favor del cambio de régimen y se daba por enteramente satisfecho con que este cambio quedase consignado en los nombres de las cosas... Sí, señores. La cosa me parecía increíble; pero tuve que irme convenciendo de que son legión los republicanos que, habiéndose creído durante la Monarquía partidarios e un cambio de régimen, no fueron nunca, en rigor, más que partidarios de un cambio del nombre del régimen".
¡Ah, y si solo fueran los republicanos!