jueves, noviembre 12, 2009

Noviembre



Noviembre, casi siempre... Aunque no sé desde cuándo, porque la canción de U2 decía literalmente "October, and the trees are stripped bare of all they wear... what do I care? October, and Kingdoms rise, and Kingdoms fall, but you go on, and on". Era la fase mística de U2 y no han hecho canciones mucho mejores que esa. Yo oía sus discos en casa de A. Vinilos. Casa de la madre de A., quiero decir, y era terriblemente adolescente. Sé que abuso de mis crónicas de adolescencia, pero es que sin eso no se van a enterar de nada del resto.

En fin, que la canción decía "October" y yo cantaba "November" -ventajas del inglés- desde el momento en que se cruzó la Chica Langosta y luego me divorcié en noviembre, también, e incluso mi primer relato tenía ese título y empezaba con un efectista "Noviembre es un mes en el que cualquier cosa es posible y...", porque todos mis relatos eran así: una frase efectista y una conjunción copulativa. Mariam se dio cuenta de eso, yo ni siquiera era consciente. El caso es que "Noviembre" fue el primero y nos íbamos a Aluche a entregarlo a concursos. L. y yo.

Mi tendencia a convertir mi vida en un alfabeto.

Sigamos: noviembre fue el mes de mi primer divorcio. Mi único divorcio, de hecho. Un divorcio entre comillas, si se piensa, porque no hubo matrimonio y supongo que uno no aprecia del todo la palabra "divorcio" sin haber pasado antes por la euforia del traje de novio, la despedida de soltero, las abuelas emocionadas y la sonrisa obligatoria de la fiesta nocturna. Razones por las que nunca me casaré: no podría soportar una responsabilidad tan grande.

Me enamoré de dos chicas que nacieron en noviembre. Falso. Me enamoré de muchas chicas nacidas en noviembre, por mi tendencia escorpio, pero dos, además, se enamoraron de mí y no encuentro motivos para no creerlas. En general, creo que la gran mayoría de mis mejores amigos han nacido en ese mes. Algo bueno tendrá el agua cuando la bendicen.

Sin embargo, señores, reconozcamos que noviembre es un mes de mierda. No sólo un mes de divorcios -a ver si ahora va a ser el mes el que tenía la culpa- sino un mes de angustias, intentos de suicidio, mudanzas, desapariciones... Un mes en el que te levantas a las 7, sales de casa a las 8 y vuelves a las 10 de la noche. Como dice Fer Cabezas, si quisiéramos que la vida fuera fácil nos haríamos del Madrid. Un mes en el que por las mañanas eres cualquier cosa: un parado, un currito, un enfermo, un hombre agujereado y por la tarde eres Sidney Poitier.

No creo que haya un profesor que no quiera ser Sidney Poitier. Incluso Michelle Pfeiffer. Arreglado, pero informal. Sonriente, pero eficaz. Los alumnos te escuchan y te adoran. También ese chico tan complicado cuya familia... en fin, ya saben. Lo que pasa es que eso se puede hacer con una clase, con 24 clases ya es más difícil. Es imposible, vamos. Sigo intentándolo, pero parece imposible. A la sexta escuela y el alumno quinientos parece imposible.

Esta noche soy cortometrajista, de 10 a 1 de la madrugada. Mañana y pasado seré escritor, a ratos, supongo. En cualquier caso, invitado. No está mal estar invitado, creo que tengo una enorme suerte de estar invitado a tantos lados y desde luego una inmensa suerte de tener tales compañeros de viaje, pero en algún momento me gustaría sentirme en casa. Parar y sentirme en casa. Quizás yo también necesite un rapto místico. Y un anticipo.