Bien, bien, bien, queridos amigos. Como siempre, el link original es este, pero transcribo por su interés la entrevista que le hice a Rodrigo Fresán hace como tres semanas o por ahí. Menudo tipo, Fresán. Vaya pedazo de escritor.
Hay pocos escritores con la personalidad arrolladora de Rodrigo Fresán: libros llenos de contundencia estilística y un universo propio de canciones pop, películas de los 60 y 70 e incluso series de televisión en blanco y negro. Ahora, el autor argentino se atreve con la ciencia ficción en “El fondo del cielo”. “No es una novela de ciencia ficción” sino “una novela con ciencia ficción” matiza el escritor en el propio libro. “Me propuse escribir una historia de amor por una vez”, nos cuenta satisfecho del resultado, “y hay gente que me ha dicho que ha llegado a llorar, así que se ve que lo he conseguido”.
Notodo: ¿Tú también leías bajo las mantas con una linterna, como Isaac, uno de los tres protagonistas de tu libro?
Rodrigo Fresán: No hizo falta. Yo nací en una familia de la intelligentsia de Buenos Aires. Mis padres nunca me limitaron, al contrario. Mi padre era diseñador gráfico y se encargaba entre otras cosas de las portadas de algunos escritores muy importantes, además tenía la influencia de Paco Porrúa y otros personajes que iban pasando por casa cuando era pequeño.
NTD: ¿Tanto personaje famoso difuso en la infancia tiene que ver con tu adoración a la portada de “Sargent Pepper´s…” de los Beatles?
RF: Puede ser. Lo cierto es que estaban ahí pero no supe de la importancia de muchos hasta que no pasaron los años.
NTD: La infancia parece un planeta más en esas extrañas combinaciones espacio-temporales de “El fondo del cielo”, ¿de dónde sale todo ese peterpanismo, nunca mejor dicho, dada tu admiración por James Barrie?
RF: La infancia es un entrenamiento astronáutico. La infaNASA (risas). Todo sucede en la infancia, incluso la vocación literaria. No sé, de pequeño yo ya tenía claro que iba a ser escritor, era nulo en todo lo demás. Cuando me explicaron los decimales en clase de matemáticas, me di por vencido. Lo había intentado con las multiplicaciones de dos cifras, pero eso de los decimales era demasiado para mí. Además, luego, la vida, por suerte o por desgracia, se acabó aliando porque se perdió mi certificado escolar, así que sólo me quedó la opción de la literatura, que en Argentina no tiene el punto local, estilo Macondo, del resto de la literatura sudamericana. Es una literatura de lectores, de biblioteca; más aventurera, si se quiere.
NTD: ¿Por qué se empeña en cargarse a los padres de sus protagonistas?
RF: No me gusta leer mis obras en clave freudiana. Nunca me había fijado especialmente en ese detalle.
NTD: Bueno, varios de los desaparecidos de “Historia argentina” dejan a sus hijos huérfanos, la familia de Martín Mantra es como mínimo disfuncional y los padres del protagonista de “Jardines de Kensington” mueren en un crucero… Aquí, sin querer desvelar demasiado, también hay algo de eso…
RF: Puede ser un reflejo puntual de la lectura de David Copperfield y Martin Eden, dos personajes que me encantaron, pero no es exactamente algo buscado, que pretenda querer decir algo.
NTD: En la novela se hace referencia a las etiquetas, de manera que, para que no los mezclen con otros autores de ciencia ficción, los protagonistas se hacen llamar Los Lejanos…
RF: Sí, las etiquetas son simplificaciones de editores y críticos que sirven para ordenar. No me interesan las generaciones. Hay que tener cuidado con eso y evitar hacer proselitismo de tu generación sin saber si perteneces siquiera. Ahí me gusta la figura de Bob Dylan, que le han intentado hacer líder de mil causas y ahí sigue, en su mundo, sin vincularse a un grupo concreto. Uno escribe porque le gusta leer y le gusta leer a solas. La soledad siempre ha sido una virtud admirable socialmente hasta nuestros días. Ahora parece que si estás solo es porque tienes un problema.
NTD: Se te compara a menudo con Borges, ¿dónde ves el parecido?
RF: No lo sé, aunque me encanta, claro. Lo leí entre los 11 y 13 años y fue una lectura muy grata. Yo leía a Borges con el mismo entusiasmo casi infantil con el que él leía a Chesterton y Stevenson. No podía dejar de leerlo. Aparte de eso, como decía el propio Borges en su ensayo de 1932: “Ser argentino es un malentendido. El patrimonio del escritor argentino es el universo”.
NTD: Dese el gustazo, ¿con quién le gustaría que le comparasen pero no lo hacen nunca?
RF: Pues esa es una buena pregunta. Ahora mismo no se me ocurre nadie. He tenido la suerte de que me hayan comparado con casi todos los escritores a los que admiro. No me puedo quejar para nada… No sé… Me despertaré esta noche a las tres de la mañana con la respuesta y os odiaré profundamente (risas). Sí os puedo decir el libro que me hubiera gustado escribir desde cero: “Cumbres borrascosas”, de Emily Brontë.
NTD: ¿Hasta qué punto “Tokio ya no nos quiere”, de Ray Loriga, otra novela con ciencia ficción pero constante repaso del pasado ha sido una referencia?
RF: Me encanta Ray Loriga. Le he metido como personaje en el libro: es un taxista neoyorquino. El otro día se lo comenté y le pareció muy divertido. Ray es uno de esos escritores que se ha visto perjudicado por la asociación generacional, aunque ya se va librando de eso. Supongo que son dos libros escritos por dos apasionados de la ciencia ficción que mantienen una pequeña relación de amor-odio con el género.
NTD: ¿Y cuánto hay de Philip K. Dick y su elogio de la esquizofrenia?
RF: Me gusta que cuando lees el libro está todo en presente, pero en realidad todo es una reconstrucción de una mujer en la nada del fin del mundo. Todo transcurre en un mismo tiempo, de hecho hay un par de erratas temporales, pero las he dejado ahí porque al fin y al cabo todo está sucediendo a la vez.
NTD: ¿Hasta qué punto sobrevuela “Dimensión desconocida” todo el texto?
RF: Esa serie es el mejor taller literario posible, como narración y estructura. Yo quería ser escritor pero también quería ser Rod Serling, que aparecía al principio de cada capítulo. Ya no se hacen series así. Dicen que es la edad de oro de la televisión, pero yo creo que es más la edad de oro del DVD, de “la colección” por encima de “el capítulo” semanal.
NTD: ¿Has pensado en pasarte a lo audiovisual?
RF: Me lo han propuesto, pero no. Sólo con pensar en tener que lidiar con el productor, los actores… como mucho, me gustaría hacer los eslogans de los carteles de las pelis (risas).
NTD: ¿Ser escritor es algo tan solitario como parece, por lo que se ve a sus narradores?
RF: Bueno, aquí es que ella está realmente sola, en el fin del mundo. Es como en “Mantra”. De hecho, la chica es María-Marie, o podría serlo. Yo tengo una vida muy alegre y feliz, con muchos amigos. Supongo que les dejo la soledad a los narradores de mis libros, odio la figura del escritor agonista.
NTD: Dice que en “Historia argentina”, su primer libro, ya se anunciaba toda su obra. ¿En “El fondo del cielo”, se recoge?
RF: Bueno, “Historia argentina” y en especial el relato “La vocación literaria” eran muy autobiográficos. No es que aquí se recoja, porque esto lo considero un paso, no un punto y final. Es más bien como ir encendiendo luces por las habitaciones de una casa muy extraña, como la de los Beatles en “Yellow Submarine”. Hay referencias a otros libros míos, pero porque eso también me gusta como lector en las obras de otros. Reconocer las pistas.
NTD: Tus agradecimientos son desesperantes para los periodistas porque no nos dejas casi nada que preguntarte… Mencionas que llegaste a escribir “Evasión”, la novela dentro de la novela, ¿para cuándo una versión con extras, estilo DVD, que nos permita leerla?
RF: No, “Evasión” ya está borrada. El libro tenía un primer borrador pero con el idioma incorrecto. No quería desviar la atención de la historia de amor: los sentimientos se tienen que imponer, no ser sepultados por un afán enciclopédico. John Irving, por ejemplo, mezcla las dos cosas perfectamente.
NTD: Por último, cuando el fin del mundo llegue, a ti te pillará preparado, suponemos…
RF: Lo del fin del mundo con efectos especiales es infantil. El fin del mundo será algo a cámara lenta. En “El fondo del cielo” está la idea de la profunda desilusión de que no vamos a ser salvados ni destruidos por una civilización extraterrestre, ya nos encargamos nosotros mismos.