Hay algo que agradecer a Pellegrini en este partido y es que su equipo saliera valiente. No diría exactamente que al ataque y desde luego no a tener el balón, pero su planteamiento fue perfecto, como si llevara meses preparando este partido. Los jugadores también mostraron un nivel de compromiso extenuante y durante demasiados minutos el Barcelona pareció no estar sobre el campo: sí, la posesión era suya pero en toda la primera parte no consiguieron hilar ni una sola jugada de peligro.
La presión asfixiante del Madrid en todo el campo, dificultando la salida del balón y sometiendo a los jugadores del Barcelona a un continuo dos contra uno se tradujo en numerosas recuperaciones de balón, espacios tras la defensa -discreto partido de Piqué, formidable de Puyol- y un par de ocasiones realmente claras: a Cristiano Ronaldo, como en Roma, se le volvió a aparecer Valdés y a Marcelo se le apareció Puyol justo en el último momento.
No fue una primera parte brillante, pero eso es mérito del Madrid, que tampoco dio ni una patada de más: se limitó a superar físicamente al Barcelona en cada una de las jugadas y usar su clásica verticalidad con el balón. Posesiones fugaces pero llenas de peligro.
Por supuesto, eso se veía venir desde hace tiempo y extraña que Pep Guardiola no tuviera más recurso que colocar a Henry de delantero centro. El francés ni presionó ni colaboró en la creación ni llegó al remate en ninguna ocasión. Su estado de forma es realmente preocupante y uno se pregunta si quizás Pedro no hubiera creado más peligro en este momento. El caso es que el Barcelona se estancó de manera escandalosa, un prodigio de impotencia ante un Madrid omnipresente y muy bien plantado.
El problema le vino al Madrid cuando tuvo que ganar el partido. No se lo creyó en ningún momento y cuando las piernas flaquean sólo queda el corazón. Sin corazón, no queda nada. La entrada de Ibrahimovic dejó en evidencia a Henry: en pocos minutos, el Barcelona empezó a encontrar huecos, tirar paredes, llegar al área rival y marcó un gol al borde del fuera de juego. No sólo eso: por primera vez en el partido dio la sensación de que el Barça dominaba de verdad. No sólo que tuviera la posesión sino también el peligro.
Dos acciones cambiaron por completo el planteamiento, pero ninguna favoreció al Madrid. Cómodo en su papel de outsider, el equipo no supo cambiar el chip cuando Sergio Busquets cometió un error impropio y dejó a los azulgranas con diez al meter la mano para cortar un pase completamente intrascendente. La reacción de Pellegrini fue quitar a Ronaldo. No pareció lo más acertado, aunque queda la duda de si el portugués estaba en condiciones o no de afrontar noventa minutos de un partido así. Con los huecos que iban a quedar, sacrificar a Cristiano pareció una osadía. Una osadía con interrogante, insisto, y dejémoslo así, que para sacrificar al chileno ya estará mañana el Marca.
Sin Ronaldo y con la urgencia del empate, el Madrid empequeñeció. Su superioridad física desapareció por completo y con ella el orden y el peligro. Dispuso de varias llegadas deslabazadas, a trompicones, casi todas resueltas con rechaces y corners. Benzema pudo empatar a la salida de uno de ellos, pero lo de este chico parece no tener arreglo. Tampoco Higuaín tuvo incidencia alguna en el partido y desde luego más fácil que hoy no lo van a tener: campo abierto, un jugador menos en el contrario y Kaká y Xabi Alonso controlando.
Benzema e Higuaín se borraron de la presión y pronto lo hizo Kaká, claramente cansado. Lass Diarra siguió con su exhibición de carreras inútiles y se demostró que incluso cuando el Madrid necesita el balón sigue huyendo de él. Las posesiones seguían teniendo nombre barcelonista: Xavi, Iniesta, Messi, Ibrahimovic... incluso Abidal tuvo el 2-0 y Messi, pocos minutos después, a pase de Dani Alves.
El lateral derecho de un equipo con diez atacando en el último minuto de partido.
Al Madrid le faltó esa fe y desde luego le faltaron piernas para mantener su apuesta. Ahogó al Barcelona en la primera parte pero mostró un respeto excesivo. En la segunda, directamente mostró todas sus carencias. No fue en ningún momento un partido brillante aunque sí lo fue tenso y agónico. Otra manera de ganar. 250 millones de euros después, el Madrid pudo dar un golpe de mano a la autoridad blaugrana y simplemente se borró.
La patada de Lass Diarra que le valió la roja lo dice todo. Pocas veces se ha sobrevalorado más a un jugador.
En definitiva, ahora es el Barcelona el que mira por el retrovisor al Real Madrid. En principio era esperable. Tal y como se desarrolló el encuentro, más de un seguidor blanco se estará tirando de los pelos. Si algo ha tenido este equipo durante años es competitividad y orgullo. Hoy tuvo todo eso en la primera parte pero el miedo le pudo en la segunda. Demasiado miedo. Demasiada portada diciendo "No tenemos miedo".
Cuando no tienes miedo, de verdad, no te hace falta repetirlo para que todos te oigan.