domingo, noviembre 22, 2009

Bochorno en San Sebastián



San Sebastián es ridiculous, absolutamente ridiculous de bonita. No se puede hacer mejor, ni en verano ni en otoño, pero especialmente en otoño, que el atardecer empieza a eso de las 4 y algo, el mar brillando al lado de La Concha, todos los edificios con esa especie de luz irreal, blanquecina, el viento del sur soplando, 20 grados a 21 de noviembre y la gente con sus jerseys atados al cuello, como los pijos madrileños pero en versión del norte.

Colas en la biblioteca. Los yonquis de siempre junto al McDonald´s. La excitación de las adolescentes en fiesta.

Me dejé algunas cosas curiosas en el post de ayer: el libro de Elvira Navarro en el kiosko de la estación, junto a Dan Brown y otros. Resulta llamativo conocer a alguien cuyos libros están en el kiosko de una estación. Un orgullo algo estúpido, supongo, pero orgullo. Exageré el viaje otoñal porque ya he dicho que de otoño nada, más bien verano. Verdadero bochorno con lluvia incluida. Humedad pegajosa.

¿Qué hice? Vi tres partidos de dos deportes distintos en tres lugares diferentes. Pasé por el Gure Txoko pero cerraban, me dijo la mujer. Todos los sitios estaban donde yo los dejé hace dos meses, me pareció muy curioso. En el viaje de vuelta los de adelante llevaban a una bebé entrañable y el tipo que llevaba al lado apestaba a alcohol y de hecho consiguió dormir durante las cinco horas y pico del trayecto. Encomiable.

Una pareja hacía el amor furiosamente en la Pensión Añorga al amanecer. Cómo culparles. Yo he hecho el amor furiosamente en la Pensión Añorga en el pasado. Nunca al amanecer, eso no. Al amanecer lo pillábamos siempre ya empezado.

A partir de ahora la decisión está clara: o volver el mismo día y perder una ciudad o volver al día siguiente, ganar un respiro y perder comodidad en el tren. Todo el mundo quiere ir a los mismos sitios al mismo tiempo.