miércoles, noviembre 05, 2014

Wonderwall



El primer disco de Oasis me gustó, pero me tomó un tiempo. "Live forever" y poco más. Luego, ya sí, "Supersonic" y "Columbia". I cant´tell you the way I feel because the way I feel is all so new to me. Mi hermano, en cambio, los odiaba y tenía sus motivos: esos guitarreos de Noel Gallagher al final de cada pista que convertían una eléctrica canción pop de dos minutos y medio, a lo Elastica, en un interminable amago de virtuosismo que no pegaba ni con cola.

Otra cosa fue el "(What´s the story) Morning Glory?" De entrada, empezaba con un estribillo pegadizo que yo repetía cuando llegué por primera vez al aeropuerto de Heathrow con A. y la Chica Langosta, aquel "Hello, hello, I´m glad to be back" tarareado a lo largo de escaleras deslizantes de las que aquí apenas teníamos. Un pedazo de viaje, por cierto, adolescente y bohemio. No me voy a quedar ahí, sin embargo, sino en "Wonderwall", en Dani Pacios y yo tocando, guitarra y voz, el "Wonderwall" de Oasis en cada fiesta que nos dejaban, especialmente en las de casa de René, con las amigas de María González, la hija del entonces presidente, arremolinadas alrededor y poniéndonos ojos. Pequeños momentos de gloria que desaparecían en cuanto nos pedían otra.

Básicamente, porque no nos sabíamos otra.

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En esa misma época, mis 19 años, mediados de los 90, nos dio por patear discotecas con un grupo de gente de lo más heterogéneo que incluía a Melo Cabrera, el hijo del jugador de baloncesto. Por lo que recuerdo, el único de aquella panda que conocía a su padre era yo y de sus últimos tiempos en el Cajacanarias. Melo jugaba muy bien y tenía una novia que se llamaba Tati, exactamente el mismo nombre de la chica que a mí me traía por entonces por la calle de la amargura sentimental. Dramas post-adolescentes.

Una noche acabamos en su casa, en Andrés Mellado, con unas chicas que conocíamos de Ku, e hicimos un amago de fiesta. Una charla alegre, digamos, que acabó con todos los tíos viendo porno y las tías huyendo despavoridas. A una la llamábamos "Martika" por su parecido con la cantante y a otra "Orca: la pija asesina". Éramos un grupo de machitos ejerciendo de machitos y no me pidan más responsabilidades por algo que pasó hace veinte años.

A Melo parece que le va bien, o al menos eso me escribe Vicente Ramos. Dice que me manda un abrazo pero yo no estoy seguro de que se acuerde de mí. Veinte años son muchos, diga la canción lo que diga. En cualquier caso, y déjenme que me atenga al mejor escenario posible, la idea de Vicente Ramos y Melo Cabrera hablando de ese esquivo e indefinible Guille Ortiz me resulta entrañable.

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Veo a Rajoy muy perdido. Y a todos los periodistas de la corte de Rajoy empezando a darse cuenta de que han estado muy perdidos mucho tiempo. "Es la crisis económica", repiten, "el voto antisistema" y puede que tengan algo de razón. También puede que sea mucho más. Algo que se estuviera cociendo desde años antes de que Pablo Iglesias pisara un plató de televisión. Las plazas y las propuestas. El sueño de que teníamos un sitio en la sociedad. Meses después de todo aquello, en septiembre o por ahí, la Vuelta a España llegó a un puerto de Asturias o Cantabria, no recuerdo bien dónde. En vez de las clásicas pintadas de "Purito", "Contador" o "Valverde" repartidas por la ascensión, lo que se veía era una sucesión de "15-M, 15-M, 15-M..." durante kilómetros y kilómetros. Una cuestión casi religiosa.

Nada de lo que pase ahora se puede entender sin lo de entonces, por complejo y distinto que fuera lo de entonces con respecto a lo de ahora. Yo intenté explicarlo, pero solo Cristina Fallarás quiso publicar mi libro, gratis y en ebook. Una pena.

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"El 5 de noviembre, el 5 de noviembre...". Una fecha que en España no significaba nada hasta que no se estrenó "V de Vendetta". Guido Fawkes convertido en icono de la rebelión. Un fanático católico que quería matar a los Estuardo para favorecer una invasión española y acabar con cualquier tipo de liberalismo social. Un fanático algo tonto, además. La conjura para hacer estallar el Parlamento se canceló horas antes y a nadie se le ocurrió avisar a Fawkes, que se plantó él solo en el túnel con sus toneles de pólvora para encontrarse con la guardia del rey, que le torturó hasta la muerte.

Aquello siempre me ha recordado a cuando Woody Allen intenta escaparse de la cárcel en "Toma el dinero y corre" y sus compañeros de fuga se quedan durmiendo en sus celdas sin decirle nada. Fawkes como objeto de mofa pública en el llamado "día de las hogueras", donde se quemaban muñecos de paja que pretendían representar al propio Guido, en inglés Guy. Muñecos estrambóticos y ridículos, tan ridículos que cuando alguien vestía un poco avanzado a su moda en vez de llamarle "hortera" o "mamarracho", le llamaban "guy", término que ahora está instalado en el vocabulario inglés para referirse a cualquier hombre sin especial connotación negativa.

En cualquier caso, lo de que Anonymous haya elegido la careta de un ultracatólico para representar su movimiento me parece bastante significativo de los tiempos que corren.