viernes, noviembre 14, 2014
Soy Zahara y se acabaron las chorradas
Durante dos años di clases de inglés a Zahara en su casa. Fueron los mejores de mi carrera como profesor: Zahara se esforzaba, me escuchaba, utilizaba cada frase aprendida el día anterior y te regalaba dosis de sinceridad que quizás en español habrían sido más complicadas. La sensación que tenías cada martes a las 10 era de que te iba a sorprender con algo nuevo, algo por lo que merecía la pena el madrugón y el paseo. En pocas palabras, Zahara era una esponja, una chica a la que solo hacía falta repetirle las cosas dos veces y ya funcionaba como si las hubiera sabido toda la vida.
Su concierto de ayer en la Joy Eslava fue una muestra de que como música es exactamente igual.
El salto que ha dado desde aquellos tiempos de chicas pop y chicos fabulosos es tan grande que ahora mismo pocas artistas dan esa sensación de que todo se le queda corto y de que el único límite es quizá la nostalgia de los viejos tiempos. Seamos claros: sus viejas canciones eran buenas, pero sus nuevas canciones son sublimes y a veces no se llevan del todo bien. No hay nadie en España capaz de hacer lo que hicieron ella y su banda, encabezada por un gran Martí Perarnau, con el último bis, el "Camino a L.A." que se prolongó durante minutos en un brillante ejercicio de composición, intensidad y puesta en escena.
Zahara tiene puntos de Sonic Youth que no encajan demasiado en la "imagen Zahara" que tienen muchos de sus fans. Eso puede ser un problema. Zahara ya no es una chica frágil de gominolas y algodón dulce y hay que hacerse a la idea. Zahara es mucho más, muchísimo más, de lo más grande que ha sucedido en los últimos años en la música española. Una tía que te hace el mejor pop a lo Nena Daconte y luego te lo mezcla con música garaje rozando el punk-rock, saca a Quique González al escenario y al final se saca de la manga una canción nueva que a mí, no sé por qué, me recuerda al Rock-Ola de los primeros ochenta, antes de todo lo sucio.
La primera vez que vi a We Are Standard en directo, Benicassim 2009. tocaban justo después de Oasis. La primera frase que dijo Deu fue "Hola, somos We Are Standard y se acabaron las chorradas". A partir de ahí, con las cartas sobre la mesa se marcaron un conciertazo que dejó a los Gallagher en ridículo. Zahara un día empezará una de sus actuaciones con esa frase y será el mejor concierto que dé en su vida. Un concierto descomunal. Mientras llega ese día, los demás tendremos que ir preparándonos para estar a la altura.
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En el mismo concierto, planta de arriba de la Joy Eslava, me encuentro con Manuel Burque. Me gusta encontrarme con Burque porque siempre tiene ese aire de chico que se pierde en los eventos públicos que tanto me recuerda a mí. Dice estar un poco descentrado pero tiene motivos: mucho trabajo, muchísimo trabajo. Como guionista, como actor y como cómico. Burque es de los tipos con más talento de este país y es bueno que le vaya bien porque si a él le va mal, ¿qué podemos esperar el resto?
Leticia Dolera ha confiado en él como uno de los protagonistas de su primera película y él parece satisfecho de su actuación -"no se me da mal", dice, con esa característica y entrañable humildad gallega-. Le duele la espalda y a mí las piernas, después de patearme media Gran Vía buscando mis libros en distintos centros comerciales y, afortunadamente, encontrándolos. Delante de nosotros están mi tío Pancho y Julián López. "Es más joven que tú y yo juntos", dice Burque señalando a Pancho. Tiene razón. Nunca se es tan viejo como a los 39 años ni tan joven como a los 31 y nosotros andamos más o menos por el medio.
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Estar en el Festival Eñe está muy bien. Estar a la misma hora que Jordi Carrión y García Alix y media hora después -solapándonos quizá- de Miguel Noguera ya no está tan bien. Salvo que sus salas se llenen tanto que la gente, penando, acabe en el "chill-out" de la planta segunda y ahí nos encuentren. Consulten aquí el programa.