sábado, octubre 02, 2010

Chimo Bayo



Polígonos de las afueras de las capitales. Ruta del bakalao. Pantalones ceñidos y cadenitas. Macarras empastillados y niñas con primeros piercings. Discotecas de carretera. Me gustan las pastillas, blancas, rojas y amarillas (qué buenas, qué ricas, están las pastillitas). Valencia pero no solo Valencia, también Costa Polvoranca antes de las peleas y el asesinato y el declinar de la cultura de hormigón. Bloques gigantescos de hormigón en medio de ningún lado donde la gente podía perderse un viernes por la tarde y aparecer a rastras el domingo por la noche, o el lunes por la mañana.

Jamón, Jamón. A mí, Jamón, Jamón me parece una película interesantísima más allá de Javier Bardem y Penélope Cruz. Me parece una película mediterránea, con olores y sabores, bestia, valenciana, muy valenciana. Una película con aroma a pólvora y a fiesta de pueblo y a odios ancestrales y a maneras de resolver las cosas y a cojones del toro de Osborne castrados a pedradas y dos chicos exhaustos tirados en la arena después de casi matarse a base de jamonazos.

Obviamente, yo nunca estuve ni en Polvoranca ni en Requena, cuestión de edad. Y de gustos, supongo, porque puede que edad sí tuviera, al menos, edad legal. Yo lo veía desde fuera y con desprecio, un desprecio absoluto como el que uno puede sentir ahora por Belén Esteban, por ejemplo. Un desprecio casi de clase. Los pijos éramos grunges, los bakaladeros eran más bien "working class". Nada que ver con nosotros. Lo mirábamos con superioridad pero también con miedo, ojo, como dice el chiste "una epidemia que mate a todos los ricos no alarmaría a ningún pobre pero una epidemia que matara a todos los pobres asustaría inmediatamente a los ricos". ¿Qué demonios estaba pasando, por qué necesitaban cargarse la música, mirarse las pupilas contrayéndose y dilatándose, poner esas caras, sufrir esos infartos, pelearse a navajazos en lo que nosotros suponíamos era arena porque yo siempre he imaginado estos polígonos con una capa de polvo y arena levantándose?

El gran líder era Chimo Bayo. El primer gran líder. Fíjense: canciones sobre drogas -"Bombas, bombas", "Exta sí... exta no..."-, DJ valenciano de nombre inconfundible y banda sonora original de "Jamón, jamón". Chimo Bayo era lo más lejos que queríamos estar de la música pero a la vez era lo único que tolerábamos de todo aquello, sería incapaz de nombrar a un solo músico de aquella época salvo quizás a Paco Pil si es que alguien se tomaba a Paco Pil en serio, que lo dudo, porque para mí Paco Pil era una chiste comparado con lo que yo veía y oía del bakalao.

No sé si fue 1990 o 1991 cuando salió el "Así me gusta a mí". Hay que reconocer que era un temazo incluso aunque fueras a base de Coca-Colas. Música laberíntica que te lleva por donde quiere, rimas pegadizas, estribillo concluyente y fuerza de voluntad por todos los poros. Así me gusta a mí. Así me gusta a mí. Así... me gusta a mí. Y la parte incomprensible que aun veinte años después todos recordamos: chiquidam-chiquidam-chiquididamdamdam- que tumbambam- que tumbam que tebebetamtamtam- que tumbamquetem... un poeta, Chimo Bayo. Se aprovechó del desconcierto. Chimo Bayo nos pilló relajados, por sorpresa y luego quiso entrar por ahí todo tipo de mierda pero cerramos a tiempo el esfínter.

Lo que no quiere decir que no tuviéramos recaídas -"Eins, zwei, polizei", "Short dick men", "Lick it" y la transición hacia un ritmo discotequero más pop del estilo "Dance cherokee", "Scatman" o "I like to move it, move it..."- y no gritáramos de vez en cuando "Química, química", pero con muy poca fe, créanme.