Está claro que el cine español no sabe qué imagen dar de sí misma. Trece rosas aparte, claro. Tienen una noche al año para mostrar a todo el mundo, en prime time, el estado de la cuestión, pero el estado varía por caprichos. Durante ocho años estuvo claro: gobernaba el PP y la ministra iba ahí cada mes de enero-febrero a escuchar las risitas más o menos camufladas que acabaron en el "No a la guerra", el "Hay motivo" y toda esa retahila de propaganda política que escondía un estado del cine español desolador.
¿Completamente desolador? No. Estaba el cortometraje. Fresnadillo fue nominado al Oscar, luego lo fue Vigalondo, luego lo fue Cobeaga. El cine español es un cine de Zidanes y Pavones, pero le pasa como a Florentino: que desprecia a la cantera. Tiene a Amenábar, tiene a Almodóvar, Medem, Fernando León... una serie de directores con talento y éxito comercial que aparecen irregularmente, como rayos de sol dentro de la niebla de la industria.
Pero sobre todo tiene el cortometraje: los cortometrajistas españoles llevan años ganando no ya nominaciones al Oscar, sino todo lo que eso conlleva, premios en los más importantes festivales europeos, americanos, asiáticos... La calidad del cortometraje español es soberbia, un orgullo para cualquier industria que tenga una mínima autoconciencia.
Sin embargo, la industria española se sigue debatiendo entre la política, la subvención, el agit-prop y la eterna disputa del espectáculo: ¿debemos hacer unos Oscars a la española o no? Y en eso están. Primero deciden cargarse los cortometrajes de la gala y, luego, cuando Europa les deja en ridículo, cual primo de Zumosol, los aceptan en su seno.
Esperpéntico. Cualquiera en el mundo del cine sabía quién era Eduardo Chapero-Jackson. No digo el gran público, pero sí la gente del cine. Pero ahora que Chapero-Jackson no es un cortometrajista con talento sino un caballo ganador, deciden apostar por él. Ni siquiera por él, porque no está nominado, pero deciden jugar a los caballos por lo menos.
No valieron de nada las decenas de miles de firmas, las reuniones, los anteriores premios. El cine español es un cine paleto. Si no ven la estatua en Villatripas de Arriba, no se deciden a construir la suya.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 5 horas