Roberta Vecchio se va de Lolita Peliculitas y del país. Eso quizás no sea demasiado interesante para la mayoría de los lectores, pero para los que hemos trabajado con Roberta en Lolita es un auténtico cataclismo.
Noche de despedida que empieza de manera algo abrupta en el Costello Club. A la 1,30 encienden las luces, apagan la música y nos piden que nos vayamos, copa en mano y todo. Rumores sobre policía secreta y un señor en la puerta que va contando a la gente según sale. Todo tremendamente misterioso.
Un gran sitio el Costello, por cierto. Esperemos que siga siéndolo. Curiosamente, la primera vez que estuve ahí fue con Mar y Darío Adanti en una
sesión de cortometrajes.
Así que bajamos al Elástico, una noche más. Tengo muchas reservas sobre el Elástico, lo siento. Lo bueno que tienen es la música en vivo, ayer Humbert Humbert en concierto breve pero intenso. Lo malo es su punto megafashion y los 12 euros que cobran en la entrada si no consigues localizar a Virginia, como fue el caso.
Pero, bueno, unas mesas y unos sofás con abrigos, y versiones extrañísimas de Mika dentro de una sesión pelín regular y un cansancio extremo por los cortos y talleres y fiestas de Sogecable varias y angustias existenciales relacionadas con la escritura y esta forma de vida bohemia en general, y la despedida de Roberta, que es a lo que íbamos, entre abrazos, muchos besos y cierta sensación de tristeza atenuada por las circunstancias.
Pero tristeza, al fin y al cabo.