Primer viaje en autobús desde verano, casi un año de hecho, cuando decidí que si Santander y Barcelona estaban en el norte, no se podía tardar demasiado de una ciudad a otra. A veces soy encantadoramente infantil.
Valencia como una desconocida. Apenas dos viajes antes: uno cuando era un crío, 9-10 años no recuerdo bien y otro cuando trabajaba para una hotelera. Nos habían regalado dos noches en el Melía Rey Don Jaime, cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Era el primer viaje que L. y yo hacíamos juntos pero apenas vimos el centro, nos mantuvimos en los márgenes.
Ahora estamos en un hotel justo al lado de la Plaza de Toros y la del Ayuntamiento, enfrente están derrumbando un edificio y nosotros paseamos con nuestras acreditaciones del Mercado al Hotel y del Hotel al Mercado. Extrañamente, estamos muy cansados, y esto no ha hecho más que empezar. Ayer dimos unos cortos a Movieola y Mar participó en un coloquio. Todo muy respetuoso y cordial.
Poca actividad social, por ahora. La inesperada presencia de Nacho Vegas como jurado y su foto cerca de la mía en el panel central del Mercado.
Esta noche tenemos una fiesta y habría que hacer lo posible por estar ahí y poner buena cara. No parece -toco madera- que vaya a haber mucho trabajo en esta edición. Así que tenemos cuatro días por delante para disfrutar de la ciudad y acostumbrar a nuestro cuerpo a variar entre el frío de los aires acondicionados y el calor pegajoso, adolescente de una ciudad en perpetuo bochorno.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 10 horas