Tercer día en Valencia y escribo desde el meollo de la cuestión: el propio Mercado, con sus dos ordenadores en red y una sorprendente ausencia de pretendientes. Espero a Mar, pero Mar sigue mala. Es un viaje sin suerte para ella, la verdad, y hay que reconocer que lo lleva con la mayor entereza posible.
Ayer hubo una fiesta, sí, y me enamoré, pero eso va más allá de las pretensiones profesionales de este blog.
Fue una noche larga que se hizo corta: primero de tapeo con los chicos del Filmets, un festival de Badalona: Toni, Jordi y Joan, geniales, divertidos, cordiales... Me sentí acogido como un hermano pequeño. Luego, David y Laura y Antonio y frases del tipo: "¿Sólo tienes 30 años?" que deberían estar totalmente prohibidas.
La competencia sonríe y gesticula. Me parece bien. No odio a la competencia. De momento.
En fin, volvamos a anoche. Fiesta en El Negrito con agua de Valencia gratis para todos y copas realmente baratas. Una combinación desastrosa si se suma a lo comentado anteriormente y que no merece la pena repetir. Lo que nos une a los directores de festivales, los productores, los artistas y los oficinistas al final es lo mismo: un extraño sentimiento de exaltación de la amistad. Una lengua pastosa a las pocas horas.
Jordi aparece con una botella de agua enorme en la mano. Excelente resumen de lo que viene siendo la mañana.
- Todos tenéis muy buena cara- dijo alguien esta mañana. Ironía siempre, mucha ironía. Los Festivales de Cine son una mezcla de noches exultantes y mañanas irónicas. Habitaciones con indeciso aire acondicionado.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 10 horas