"Marie prosiguió: ¡Ese cochino se pone a sus anchas como una puta que acepta demasiado trabajo! ¡Se merece lo que le ha ocurrido!
Tom se preguntó si estará hablando de Giscard o de un albañil del pueblo.
- Café-dijo Tom, aprovechando que Marie le prestó atención durante una fracción de segundo-. Y un paquete de Marlboro.
Sabía que Georges y Marie eran partidarios de Chirac, el llamado fascista."
El llamado fascista. 1981. Giscard D´Estaigne, vigente presidente de la república y François Mitterrand llegan a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Jacques Chirac se ha quedado fuera del duelo final pero todo el mundo asume que apoyará al candidato conservador, es decir, Giscard.
Todo lo contrario, Chirac se pronuncia contra Giscard y anima a los miembros de su partido a votar al socialista. Algo parecido a lo que podría haber hecho Bayrou pero no ha acabado de hacer con suficiente contundencia. Mitterrand acabó en el Elíseo hasta que murió, víctima de un cáncer, en 1995, catorce años después.
Pero volvamos a lo importante: "Chirac, el fascista". Igual que "Sarkozy, el fascista". La facilidad para exagerar lo desconocido. Ayer hablábamos FD Simón y yo sobre lo relativo que son esas cosas y la esperanza de que todo siga igual: Chirac, ahora, es un respetado hombre de Estado, un valiente que se opuso a los Estados Unidos en Irak, un aliado ocasional del gobierno Zapatero. Ni rastros del fascista de 1981.
Es de esperar que con Sarkozy suceda lo mismo y las exageraciones queden en eso, en recuerdos de un libro de Tom Ripley.