Mi primer corto fue con 19 años. El director era mi primo, Luis López Varona, y entre los protagonistas estaba Eduardo Noriega, por entonces ya conocido gracias a "Tesis", pero aún lejos del nivel de "estrella". Era un trabajo de la Escuela de Cine y nos metieron a todos en vagones de Cercanías de la estación de Atocha. El chico metía un mensaje en el bolsillo de la chica, los demás charlábamos como si nada.
Entre el primero y el segundo, por tanto, han tenido que pasar 10 años. Tarde fría de martes en el Colonial. Focos que se colocan mirando al techo mientras B. y Álida ultiman los últimos retoques. Me gusta pensar que formo parte de ese equipo, aunque en realidad no es así. Fantaseo con un papel de guionista que no es tal: yo soy el adaptado, la adaptadora es otra. Siento la tentación de dirigir actores que no son mis actores, que son los suyos.
Para no molestar, procuro hacerme a un lado.
Tienen que rodar seis planos: la conversación en tres planos master: general, plano y contraplano, un par de detalles del reloj, un plano subjetivo de Lucía entrando por la puerta, una panorámica del bar y Lucía sentándose en su mesa, justo antes de que Rubén se acerque con su taza de café.
El tiempo apremia: hemos conseguido el bar para apenas cuatro horas y estas cosas a veces se complican. Marisa y yo estamos en una esquina. Apenas nos conocemos. Amigos comunes pero muy poco trato entre nosotros. Tenemos que hablar. Somos los únicos figurantes del corto, los únicos que están en el bar a esas horas. Nos dan croissants y unas tazas llenas de agua. En un acto extravagante, Marisa llena la suya de cerveza con canela. Luego no consigue bebérsela.
B. está nerviosa pero sonriente, ese tipo de sonrisa tensa que suele derivar en ataque de llanto cuando por fin pasa todo. Álida no sonríe siquiera. Juan, el camarero, es elegido para hacer de camarero. Los actores repasan sus líneas.
Es complicado para un escritor ver a sus personajes en carne y hueso. Sobre todo porque, generalmente, tales personajes no son sino híbridos de mil personas, sentimientos, situaciones... Si yo tuviera que explicar aquí quiénes son en realidad Lucía y Rubén perdería mucho tiempo y sería inútil. Ver a Luz y Luis intentar acercarse ya me llena de orgullo. La confianza de B. me desborda por completo.
Así que eso es todo: ellas lo preparan todo con mimo, la iluminación, el sonido, el maquillaje, los cuadros, el reloj... y yo me quedo en mi esquina mojando croissants en agua, procurando no estar demasiado atento y no estorbar en absoluto. Sobre todo no estorbar. Espero que B. consiga que mi nombre aparezca pronto en imdb.com . Es un sueño como otro cualquiera.
El Estado es un sensor
-
*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 14 horas