Todo se puede resumir en Inés Thiebaut: al fin y al cabo, ella me acompañó al Galileo y se acabó llevando -olvidada- la agenda en la que estaba la entrevista con Borja Cobeaga.
Tarde agitada, muy agitada, con mucho trabajo y un autobús que para en Cibeles y otro que me deja en Atocha, justo enfrente del Reina Sofía, donde un grupo de inmigrantes juega al fútbol y la gente toma el sol en los bancos de la plaza.
Cinco minutos después de las ocho, Borja llega y pregunta: "¿Llego muy tarde?", como si su despiste formara parte del estrés que es su vida últimamente: festivales, cursos, conferencias, guiones... Como sé que de vez en cuando se mete aquí, intentaré ser lo más fiel a la realidad y evitar licencias poéticas: fuimos a Los Zuritos y nos metimos de lleno en una entrevista que tuvo más de entrevista que de charla por una cuestión de tiempo. Los dos teníamos prisa.
Sin embargo, fue una entrevista muy agradable, muy sincera, confiando continuamente en el interlocutor, con acotaciones y matizaciones. Borja fue director de "Vaya Semanita" y pretende concentrar su humor irónico vasco en un remake de "Los padres de ella" con un remedo de Arnaldo Otegi haciendo de Robert de Niro. "El asunto es llevar a la televisión o al cine los chistes que ya se hacen en las cuadrillas. Quitarle dramatismo". La película se llamará "Ocho apellidos vascos", aunque puede que me equivoque y sean siete, como he dicho, no tengo las notas conmigo.
Tras la entrevista, viaje subterráneo a Canal y llegada tardía a la Sala Galileo. Noche Sabinera en la que Inés y yo entramos gratis por cortesía de Pancho, Víctor y Vanessa. El concierto ha empezado y la sala está abarrotada, así que nos colocamos justo en el guardarropa, con buena visión, pero muy lejos de las caras conocidas. De vez en cuando pasan Laura Pamplona, Luis Ramiro, Marwan... pero no hago el esfuerzo de presentarme porque estoy cansado, muy cansado y con un principio de resfriado que comparto con Inés.
Ni siquiera tengo fuerzas de acercarme donde Lalita y Marian, en las primeras mesas, y mi intento de volver a los escenarios fue abortado: alguien se había pedido ya "Ganas de" y no me sabía la letra de ninguna otra. No pasa nada, no soy un hombre espectáculo, más bien timidillo, la verdad.
El concierto acaba en apoteosis ranchera e Inés se va moqueando. Me quedo en mi esquina retirada, mirando, observando: Lena, Jimena, Carmela, Dani... la ausencia inesperada de Joaquín en la última gala de la gira. Subo al camerino, me coloco al lado de Ismael Serrano -el invitado estrella de la noche- y saludo a mi tío y a mi prima Irene. Poco más. Estoy muy cansado y agobiado. Sociofóbico. Sí, los que no leen el otro blog puede que no lo sepan, pero sólo soy sociable a ratos, y si me lo ponen fácil.
Por ejemplo, con Víctor Alfaro, que pone la conversación y el entusiasmo y hace sencillo un viaje en taxi hasta Gregorio Marañón, donde él se queda mientras yo sigo rumbo a Prosperidad pensando en el duro día que se echa encima con una prisa estresante.