sábado, diciembre 16, 2006

La muerte de Fidel Castro, una previa

Más abajo se hablará de "neoliberalismo" y de cómo las etiquetas sirven para olvidarse por completo de la realidad, oponerse continuamente a la realidad, más bien, de manera que el mundo sea siempre un lugar indeseable y hosco que precise de una eterna revolución. Nuestra revolución, por supuesto, con nuestras cuentas en Zurich, París, etc.

Y si alguien cree que estoy hablando de Arafat y de cómo dejó la ANP y de hasta qué punto es importante controlar el poder de la ANP en términos macroeconómicos, se equivoca.

Estoy hablando de Fidel Castro, el revolucionario por antonomasia desde la muerte del otro gran "barbudo" de los 50, el "Che" Guevara. Estoy hablando de su muerte, de hecho y de cómo será recibida. Porque de la muerte de Pinochet ya hemos hablado mucho cuando su importancia era muy relativa -entiéndanme bien, se trataba de un anciano de 91 años que no ocupaba ningún puesto de poder, todas sus atrocidades se remontaban a treinta años atrás-, pero ¿qué se dirá de Castro?

Parece que es una cuestión de días o de meses. Hace tiempo que no sale en televisión. Era absurdo. Todos esos intentos de mostrar su buen aspecto se volvían en su contra. Tiene un cáncer de estómago y morirá, o eso dicen. Este sí que morirá en la cama, como el otro, porque a éste no ha habido quien le quitara del poder.

Algún día, no me cabe duda -como pasó con Stalin, Mao, Pol Pot y otros muchos "revolucionarios"- sabremos el alcance de su dictadura. Sus casi 50 años de poder total, su enriquecimiento personal paralelo al hundimiento de su pueblo. La militarización absoluta de la sociedad, los niños a la escuela, sí, pero a la escuela con banderas, con himnos, a aprender sólo lo que debían.

La muerte de Fidel Castro será un examen para nosotros, los occidentales. Héroe o villano. Con Pinochet no ha habido duda -no podía, en justicia, haberla, el horror, ya quedó dicho, no admitía comparaciones ni matices-. Veamos cuantos intentan comparar y matizar el horror barbudo. Serán muchos, muchísimos...