El pasado martes, Rosa Díez se desgañítaba en el estrado
defendiendo los símbolos democráticos frente a los inconstitucionales. “Donde
veo una bandera constitucional siento que mis derechos están protegidos”, dijo
la líder de UPyD en la estrambótica votación de una propuesta del PP valenciano
que tuvo a nuestros diputados discutiendo la tarde entera sobre algo que ya
estaba recogido en la Ley del Deporte mientras la deuda externa y sus intereses
crecían y crecían y crecían.
La intervención de Díez fue lo más inteligente del debate.
Otra cosa es lo que le pareciera a Rajoy. Al día siguiente, en plena sesión de
control del Gobierno, no tuvo tiempo para agradecerle su defensa del
constitucionalismo frente a las “esteladas” de turno. De hecho, para variar, le
dedicó una andanada más propia de un perdonavidas o un maleducado que del
presidente de un gobierno: ”Usted me dice que si me acuerdo de lo que he dicho
otras veces, pero lo que no me acuerdo es de lo que dijo usted porque no estoy
tan pendiente”.
El tono es miserable, pero no es solo el tono. Cualquier
diputado merece que el presidente del Gobierno le escuche con atención
–llevándolo al extremo, cualquier ciudadano, pero, en fin, la democracia
representativa está para esto-. Tampoco es que Rajoy lo tenga muy complicado
porque hay siete grupos parlamentarios en el Congreso, no cuarenta. Había en
sus palabras ese gusto por ganarse enemigos que tanto se empeña en demostrar
últimamente. Rajoy está enfadado porque no se valora lo que hace. Muy bien, lo
mismo les pasó a Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y Zapatero… pero
tardaron más de seis meses en exteriorizarlo.
Es posible que Rajoy no tenga la culpa de lo que está
pasando. Lo que es impensable es que el PP no tenga culpa alguna, cuando sus delegados
y los del PSOE han estado en todas las cajas quebradas y han manejado las
cuentas de algunas Comunidades Autónomas durante décadas. En cualquier caso,
quien no tiene la culpa es el ciudadano, a ver si alguien puede informarle de
eso. Cuando Rajoy sale enfadadísimo con la prensa, como el domingo, y opta por
un tono irónico, desdeñoso, como si estuviera hablando con tontos, debe saber
que al final quienes estamos viéndole en el televisor somos nosotros y que
igual nos merecemos otro tono.
Sobre todo cuando sale para decir lo contrario de su
Ministro de Economía y a su vez es desmentido inmediatamente por el FMI.
Me preocupa mucho la falta de altura de nuestro presidente.
Mucho. No solo el desbarajuste de comunicación en el que está sumido el
Gobierno sino su evidente nerviosismo en cada declaración pública, hasta el
punto de que uno se pregunta si realmente maneja toda la información o se le
está ocultando algo. Cae punto por punto en todos los errores del zapaterismo,
consistente en negar la realidad y ajustar las palabras a sus decisiones
políticas y no a los hechos.
Es más, recuerda al peor Rajoy, al torpe Rajoy de los
“hilillos de plastilina”. ¿Qué necesidad hay de ello? El país está en el peor
momento económico de la democracia, ha recibido un préstamo del que debe
responder ante la UE aunque los destinatarios finales sean los bancos y no se
descarta un segundo rescate que directamente coloque a la troika de turno en el
mismo Gobierno. Entiendo que eso puede estresar a cualquiera, pero, insisto, no
es mi culpa. Ni la de los votantes de Rosa Díez. Ni la de quienes encienden la
tele y en vez de escuchar explicaciones tiene que soportar retintín y
socarronería.
Es el peor momento posible para ir de perdonavidas e
incomprendido y desde luego no entiendo cómo se puede “mirar al futuro” sin
saber qué demonios ha ido mal en el pasado. La sensación de provisionalidad,
improvisación y miedo de este Gobierno es estremecedora teniendo en cuenta de
dónde venimos y cuál es la alternativa: un PSOE en ruinas. Quizá, prestando más
atención, encontrarían más soluciones, o, al menos, más aliados.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia".
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia".