martes, junio 26, 2012

Jacobo Rivero- El ritmo de la cancha


Hay muchos tipos de escritor, pero uno en especial me resulta incómodo: el que cuenta una historia pero se ve que está siempre detrás. No ya porque salga en la misma: hay veces que la mejor manera de que una historia resulte creíble es saludar de vez en cuando y decir "aquí sigo, no me he ido". Es lo que yo llamo "dar color" y hay que tener mucho cuidado pero en sí no tiene nada de malo. El problema es cuando el escritor intenta hacer de la historia algo que no es y para hacerlo, empuja, tira, amplía, reduce y aquello no hay quien se lo crea. No resulta natural.

La naturalidad es un don que va desapareciendo en el periodismo y la literatura. Arcadi Espada lo aplica al mundo de la actuación diciendo que en España ya no hay actores que salgan a escena digan "hola, buenos días", sin más, y resulten creíbles. Obviamente, es una exageración, pero la idea es muy buena. La ventaja de la no ficción es que, si uno elige bien donde enfocar le basta con dejar hacer para que todo salga adelante. Exactamente eso es lo que hace Jacobo Rivero en "El ritmo de la cancha".

Su libro es una mezcla de historias de no ficción en torno al mundo del baloncesto. Desde el baloncesto femenino en Somalia en tiempos de piratas e islamistas hasta el jugador judío que marcha a los Juegos Olímpicos de 1936 sin saber si hace lo correcto o no. Por supuesto, no todas las historias tienen la misma contundencia y en algunas el matiz político distrae la atención en demasía, dando por entendidas cosas que quizá merecerían una explicación.

Lo bueno de "El ritmo de la cancha" es que triunfa en lo comercial y en lo anecdótico. Me explico. Triunfa en sus historias de Olimpiadas y jugadores de la NBA, triunfa en los conflictos con las drogas y la pobreza... y triunfa cuando nos habla de Filipinas o de Egipto o incluso de esa heroica selección de Bosnia que participó en el Eurobasket de 1993 huyendo de Sarajevo entre tiroteos y francotiradores. La historia de aquel equipo merecería una novela, una película, una serie de la HBO. Sencillamente, es impresionante.

En ocasiones, Rivero nos descubre nuevos mundos, producto de una investigación exhaustiva, y en otros simplemente nos recuerda cosas que ya sabíamos. Es lo mismo: lo importante es cómo se cuente, cómo se explique, qué complicidad se pretenda crear con el lector. Cuando uno va de sabelotodo, resulta irritante, cuando simplemente deja que la historia se cuente sola con pequeñas dosis de entusiasmo, la sensación es de lo más agradable. Precisamente por eso, quizás, las historias del libro que menos me han gustado son aquellas en las que Jacobo ha participado más personalmente. Se nota.

Hace poco, escribiendo acerca de "Plomo en los bolsillos", de Ander Izagirre, para la revista Sigueleyendo -cualquier día se encontrarán aquí la reseña- comentaba la escasa literatura deportiva que había en un país tan consumido por todo tipo de deportes: fútbol, baloncesto, tenis, motos, coches, ciclismo... Afortunadamente, los editores independientes van apostando más por estas historias que no dejan de ser historias de vida aunque tengan un balón como eje temático, igual que podría ser cualquier otra cosa, por ejemplo, el planeta Marte.

Y tras los editores, imprescindibles, los autores, claro. Como si llevaran años y años esperando su momento, agazapados. Así, Jacobo Rivero. Que continúe.