miércoles, junio 06, 2012

La muerte de Ray Bradbury


Lo que me fastidia de la muerte de Ray Bradbury es la asociación inmediata a "Fahrenheit 451". No puedo culparles, es uno de los grandes libros del siglo, pero no es el mejor del propio Bradbury, un autor que no despreció la ciencia ficción ni el entretenimiento, si se quiere, pero que no dejó de ser en ningún momento un escritor realista. Imaginativamente realista, diría, y sí, eso es posible. Pongamos el ejemplo de "Crónicas marcianas", esa excelsa colección de relatos tristes, apesadumbrados, llenos del fracaso que supone colonizar un planeta igual que se trató de colonizar un continente. Hay momentos en que uno está viendo las descripciones y los hábitos de los nuevos vecinos del planeta rojo y le parece que no ha salido del Yoknapatawpha de Faulkner.

"Crónicas marcianas" es mejor libro que "Fahrenheit 451" aunque se puede pensar lo contrario sin que sea un escándalo. Digamos que mi disfrute leyendo el primero fue mayor que leyendo el segundo, donde me parecía que la moralina era demasiado evidente, pero siempre me quedaré con los relatos de Bradbury, aquellos relatos que descubrí en "Tres rosas amarillas" bajo el título de "Las doradas manzanas del sol". No porque sea lo mejor de su obra sino porque es ese regalo especial que crees no compartir con nadie más.

La obsesión de sentirse especial incluso como lector.

Hay en "Las doradas manzanas del sol" licencias a la fantasía. Supongo que aún queda mucho de Poe en cualquier relatista estadounidense, pero sorprende ver el paralelismo con los relatistas que al fin y al cabo no dejaban de ser los de su generación. Un cierto acercamiento al minimalismo y al realismo sucio. Familias y adosados. Ya he dicho que eso estaba en "Crónicas marcianas" pero en estos relatos se ve mucho más claro. Bradbury nació en 1920, John Cheever en 1912 y Raymond Carver en 1938. De alguna manera, todos son hijos de Hiroshima y el tupperware. Carver, quizás, el nieto.

De Bradbury se agradece además su silencio, su pasar inadvertido. No sé si a él le gustaba la idea o no, pero consiguió lo que yo sueño cada día: llegar a ser un escritor reconocido por su obra pero que no necesita hacer piruetas para llamar la atención. Probablemente, pocos supiéramos que Bradbury seguía vivo y no solo vivo sino escribiendo, sacando de vez en cuando relatos y novelas cortas que quedaban sepultadas bajo el rascacielos de los bomberos pirómanos. Supongo que aquí se podría buscar una especie de ironía: "Fahrenheit 451" acabó quemando el resto de la obra de su autor y si persiste "Crónicas marcianas" en el recuerdo me temo que sea culpa de Sardá y Boris.

No deja de ser curioso que lo peor -o casi- de la televisión española haya nacido de las dos grandes distopías de postguerra. Digo curioso por no decir estúpìdo.