Entonces lo que queda es el insomnio. Un insomnio que se camufla de ganas de ver el primer partido de la final de la NBA pero que se materializa en las tonterías habituales: las viejas fotos, googlear tu propio nombre para comprobar que existes y, lo más importante, que exististe, pensar en presupuestos y pagos y cesiones de derechos y sí, cada tanto tiempo, confiar en recuperar la señal del streaming y ver si Kevin Durant puede con LeBron James.
Yo sé que el insomnio tiene que ver con la cafeína pero también con la excitación de un día libre. No hay nada peor que un día libre para un hombre como yo. Los días libres me desarman porque se convierten en una sucesión de compromisos, de expectativas, de ansiedades sin objeto: la mañana, ordenando capítulos y secciones y recuerdos; la tarde, devolviendo emails llenos de categorías, colaboradores, sueldos... Tengo la sensación de estar haciendo lo más importante de mi vida, con diferencia. De estar en ese momento que puede marcar un antes y un después y eso, obviamente, es excitante pero a la vez es angustioso y la combinación de excitación y angustia le ata a uno delante de la pantalla, de cualquier pantalla, viendo cómo los mosquitos se estrellan como idiotas.
Nunca apunté tan alto y es normal que me pregunte si seré capaz de disparar, como el frágil protagonista de una película que tiembla con la pistola en la mano mientras su enemigo espera el momento de quitarle el arma de un puñetazo.
El insomnio implica algo parecido a la resaca: ojos rojos y picantes, garganta seca, cansancio generalizado. Son las últimas clases del curso, aunque en breve empiezo otro curso como si la vida fuera un anillo que llevara escrito "eterno retorno". Rescato "Closer" para mis alumnos. La escena del autobús, la primera, aquella en la que Natalie Portman pregunta "What would my euphemism be?" y Jude Law contesta: "She was disarming", a lo que Portman, algo sonrojada, replica: "That´s not a euphemism" y él acaba la conversación con una media sonrisa, mirada fija tras las gafas: "Yes, it is".
Y yo me acuerdo de cuando llegaba a casa a las cinco de la mañana y escribía emails y mensajes de Facebook acerca de eufemismos y chicas desarmantes como si no hubieran pasado dos años -el césped verde, el balón botando, cierta nostalgia de las vuvuzelas- pero me tengo que centrar en mi trabajo: en la no necesidad de poner "an" antes de "euphemism" porque el sonido no se considera vocálico. Las excepciones a las reglas que siempre hacen que el profesor parezca culpable de algo.
Pienso en lo que he envejecido en estos cuatro años y lo absolutamente maravilloso que es envejecer. Háganme caso: envejezcan. A ustedes ahora quizá les parezca terrible la idea, pero envejecer consiste precisamente en acostumbrarse a cada momento. Huir de los eufemismos y volver a la realidad. Las cosas mismas. Eso es la madurez, una vuelta a las cosas mismas. Alguien puede pensar que sin imaginación no hay valor y algo de cierto habrá en ello, pero sin realidad no hay nada y cuando eres feliz no
quieres ser feliz, simplemente lo disfrutas.