La mañana de sábado en la línea 6 antes de las nueve y media. En el iPod, el Bossanova de los Pixies. Recuerdo cuando yo tenía once años y escuchaba a Rick Astley y no entendía cómo mi padre podía seguir empeñado en que no había música más allá de Frank Zappa y The Doors. No entendía que el presente no lo fuera todo, la manía de mi padre de negar el presente, que, a lo que se ve, viene siendo una tradición familiar -"
no sé quién soy, no sé quién fui, a veces pienso..."-. Cuando escucho a los Pixies estoy en casa en cualquier vagón, en cualquier escalera mecánica.
Estoy a salvo.
Hay algo en "Is she weird?" por ejemplo que me hace recordar que estoy vivo. A partir de los 35 años es bueno que alguien te recuerde esas cosas porque a uno se le olvidan. Algo en "
The Happening" que me invita a universos paralelos -"they´ve come so far, I´ve lived this long, at least, I must just go and say hello"- y algo en "
Down to the well" que me sigue intrigando, algo perdido en las líneas del bajo de Kim Deal y en los diecinueve años, en las cartas desde la clase de metafísica a la Chica Langosta. La Chica Langosta escribiendo sobre cigarrillos More en alguna de mis cajas de zapatos.
Tuve un sueño raro esta noche. Varios sueños raros, creo. Uno de ellos era un acercamiento de lo más amable a mi adolescencia que acababa en tangana y culpabilidad. Cuando me levanté, la Chica Diploma estaba acostada en un sofá, así que tuve que ir a rescatarla del amanecer. Luego volví a caer dormido. Fue algo precipitado porque Madrid estaba preciosa a esa hora, y quien dice Madrid dice Carabanchel, el todo por la parte.
Ayer cenamos pollos y huevos rotos. Cambiamos paralelas por perpendiculares. Pensé en lo maravilloso que sería que Roger Federer ganara el quinto torneo de esta temporada y en sus posibilidades de ser número uno si vence en Wimbledon, cosa que, por supuesto, la realidad, es decir, Rafa Nadal o uno de estos, se encargará de evitar. Por la mañana, después de clase, esto es, después de "Is she weird, is she white, is she promised to the night?" (y quién no ha querido enamorarse alguna vez de alguien así), me paré a pensar y entre el ataque de ansiedad y el de autocomplacencia elegí lo segundo. Fue un momento mágico.
Yo nunca pensé que amaría a mujeres tan bellas, nunca pensé que escribiría junto a gente tan talentosa, nunca pensé siquiera que tendría el valor de intentarlo. Pero a lo que se ve, sí.