El monopolio de la violencia es una cosa muy seria. Que
tiene que estar en manos del estado y sus cuerpos de seguridad es algo que
nadie cuestiona, la diferencia entre un modelo de país y otro es el uso que se
da a ese monopolio. Evidentemente, no es el mismo en un estado policial tipo
China, Corea del Norte o la antigua Unión Soviética que en un estado de
derecho. Como decía Churchill la democracia es aquel sistema en el que cuando
por la noche llaman a tu puerta solo puede ser el lechero.
De la misma manera se podría decir que democracia es aquel
sistema en el que un policía solo te va a dar con su porra cuando tenga que
defenderse de ti y no tenga otros recursos menos violentos para reducirte o
evitar un mal objetivamente mayor.
Creo que no es momento de ponerse a discutir quién tiene la
razón en lo que viene pasando en Valencia. No es una discusión ideológica. No
es una cuestión de recortes necesarios o innecesarios, gestión presupuestaria,
izquierdas o derechas. Pegar a los ciudadanos por la calle no es de izquierdas
ni de derechas y salir a criticar esas actuaciones no es ni de izquierdas ni de
derechas. Atrevámonos a saber y a pensar, que ya decía Kant hace 250 años. En
un estado de derecho, un policía es como un médico en una consulta: un solo
error ya es una vergüenza, una sola acción desproporcionada ya es una
negligencia.
No es una cuestión de santificar a nadie: todos intuimos
que, además de estudiantes adolescentes, a los disturbios de esta semana se
unirían activistas violentos con malas intenciones. No lo sabemos porque nadie
lo ha demostrado pero, en fin, es creíble. La labor de la policía es
exactamente localizar a los violentos, tratar de disolverlos y en caso de ver
amenazada su integridad, defenderse. “Poner orden” es algo más que ir por la
calle dando patadas y porrazos. Eso es algo que podemos hacer usted y yo. Esta
gente tiene una formación y unas referencias que se basan en la legalidad y no
pueden, en ningún caso, saltarse esa legalidad, ni siquiera para reparar un
posible delito.
Lo acabamos de ver con el juez Garzón: no vale cualquier
medio para alcanzar un fin. Parece que estábamos de acuerdo con eso y ahora
resulta que aceptamos todo lo contrario. Aceptamos que, bajo la excusa de que
pudiera haber algún delincuente dentro de un grupo de centenares de personas,
la policía se permita pegar, reducir, detener y menospreciar a todo el que se
ponga en su camino.
Me niego a que la brutalidad se convierta en un arma
política. Me niego a que sea una cuestión de a qué partido votes. Yo no voto al
PSOE ni voto a IU ni me considero de izquierdas y me parece una barbaridad lo
que he estado viendo. No hay ningún correlato lógico entre las causas y las
consecuencias. Ningún tipo de proporcionalidad. ¿La pudo haber con algún
violento? Es posible, pero… ¿callar ante las demás agresiones?, ¿culpabilizar a
todos los inocentes que se llevaron su porrazo simplemente porque así “se hace
cumplir el orden”?
Como ciudadano acepto que el estado detente el monopolio de
la violencia… pero le pido responsabilidades si lo hace de forma incorrecta.
¿Por qué tenemos tanto miedo a pedir responsabilidades? Un chico va andando por
la calle con una mochila, con aire de despistado, y un policía le rompe las
gafas de un manotazo y le pega un porrazo a la siguiente chica. Adolescentes.
Sin identificar, ni placas ni historias. ¿Por qué callarse?, ¿en nombre de qué
bien social superior?
Por supuesto que preferiría que todas las protestas fueran
autorizadas y se circunscribieran a un marco legal, pero… ¿decenas de heridos y
detenidos por cortar dos calles?, ¿en serio? Ser un adolescente no te exime de
cumplir la ley, pero no podemos comparar a un quinceañero maleducado con un
antisistema armado de Bolonia. Por favor, no es lo mismo. No se pude convertir
una ciudad en un campo de batalla y no me importa quién empezó. El estado tiene
una responsabilidad casi sagrada en esto: no excederse bajo ningún concepto. No
digo que sea fácil pero es para lo que se les forma, para lo que se les
prepara.
No podemos insensibilizarnos de esta manera. No podemos
mantenernos al margen de lo que vemos y negarlo sin más aduciendo razones
ideológicas. No hay ideología en un porrazo indiscriminado, hay ineptitud. Y la
ineptitud se denuncia y se paga. Sea del partido que sea quien dio la orden a
ese inepto de dejarse llevar libremente, al margen de toda legalidad.
Artículo publicado originalmente en el periódico "El Imparcial" dentro de la sección "La zona sucia"