Los noventa. La indefinición de los noventa, esa década
soterrada bajo la sombra del esplendor ochentero. Ojos tristes y voces
rasgadas. Fiestas rave en las carreteras de Valencia. Grupos de música y
jóvenes sobradamente preparados. Los noventa. Muy poca narrativa se ha hecho
sobre los noventa, quizá por miedo a que el crítico de turno diga: “Me recuerda
a José Ángel Mañas”. Parece que siga vigente la percepción de que para ser un
escritor de éxito o al menos un escritor reconocido hay que alejarse de Mañas
todo lo posible, como si Mañas no hubiera escrito páginas más que aceptables,
especialmente en “Ciudad rayada” o incluso “Mensaka”.
En cualquier caso, Javier Gutiérrez y “Un buen chico” no
comparten casi nada de esa estética. No hay ninguna mirada cínica sobre aquella
época, ningún intento de complicidad con el lector, ninguna superioridad moral.
Lo que destaca de la novela es la sinceridad brutal con la que cuenta todo. La
entrega. El dolor y el desgarro. Es una novela hipnótica en la forma de narrar
–a veces, excesivamente hipnótica, excesivamente repetitiva- pero que atrapa
precisamente porque está escrita desde las entrañas, porque los personajes
están vivos; eso que tanto echamos de menos en la narrativa actual: personajes
vivos, no cínicos en crisis.
Si hay crisis en “Un buen chico” es una crisis de raíz. Una
melancolía constante. La necesidad de atrapar la belleza. La historia de un
chico con una especie de síndrome de Stendhal para el que toda la belleza es
poca. Un enfermo. No ya un enfermo social, no, un enfermo de verdad. Un
monstruo, incluso. La trama avanza a través de distintos planos, distintos
narradores, no hay concesiones al lector, al que no se le trata como a un tonto.
Puede que en ocasiones la sensación sea que no da para demasiado, que no es lo
suficientemente “sólida”, pero, ¿qué es eso de la “solidez” de una trama? No,
no hay crítica social ni hay risa tonta. Hay expresión. Hay sinceridad.
Es complicado entrar en el análisis de la novela sin descubrir
demasiados secretos, pero lo impresionante de Gutiérrez es su capacidad para
demostrar que el mismo lenguaje puede servir para la verdad y para la mentira;
cómo se nos puede mentir, cómo se nos puede engañar desde una sinceridad
brutal, cómo la memoria y la interpretación se mezclan, cómo el mundo se
convierte en un auditorio de nuestras mentiras. Eso es un poco lo que le pasa a
Polo, el protagonista: el mundo es para él un escenario trágico, aunque él no
deje de ser un cobarde.
Porque desde luego Polo sabe que es un cobarde. Y lo que es peor:
sabe que, probablemente, nunca tenga que pagar por su cobardía. Lo quiere todo
pero lo quiere con trampas. Hace daño pero sufre con el daño y luego sufre por
sufrir y luego inventa universos paralelos. Ansiolíticos. Somníferos. Un mundo
de Rohipnol. La novela es una mezcla de universos de los que va surgiendo una
verdad, o algo que parece una verdad, de entre las múltiples mentiras,
inexactitudes, perspectivas y recuerdos de un mismo momento. Los personajes
cambian según los modifica ese enigmático narrador en segunda persona. Toda una
novela en segunda persona. Toda una novela, casi, en un monólogo interior que
te lleva por Malasaña, por sus bares, por sus sueños, por sus horrores.
Los horrores. Los noventa. El recuerdo que paraliza. La
década en la que nadie vigilaba. La de las novelas de Bret Easton Ellis y las
canciones de los Pixies. La década en la que nadie era inocente con lo que
nadie podía ser culpable. El trampolín
al abismo. “Un buen chico” es una novela sin moralinas, es una novela que se
acerca al horror desde la trivialidad, la banalidad más bien, que impresiona
más por lo que no cuenta que por lo que cuenta, es un cuadro vivo hecho a
pinceladas tan sutiles que abruman. Hay en Gutiérrez un enorme escritor que intenta
contactar con un público estéticamente despreciado. Su generación, por así
decirlo. Los nacidos en los 70.
Si vamos a estar toda la vida pidiendo perdón, parece querer
decir Polo, que al menos haya algo de lo que realmente arrepentirse.
Reseña publicada originalmente en la revista Sigueleyendo