Con la mente puesta en el vital partido del miércoles ante
el Valencia, el cuarto título de la temporada a solo dos encuentros de
distancia, y la presión de un Real Madrid que ha ganado 16 de sus últimos 17
partidos, Guardiola presentó un equipo plagado de los suplentes de los que
dispone, es decir, de los suplentes de los suplentes. Con buena parte de la
plantilla lesionada o con molestias –Villa, Pedro, Alexis, Iniesta, Xavi…-
parecía lógico que el entrenador blaugrana apostara por los menos habituales y
reservara lo que le queda para la batalla de Copa.
La apuesta no salió mal. Pese al resultado, pese a la
evidente zozobra a partir del 2-1 de Vela y la espeluznante lesión de Busquets,
lo cierto es que el Barça jugó un excelente partido con difícil explicación
para tanto fallo de cara a puerta. El que mejor resumió la actuación
barcelonista fue Leo Messi: el argentino jugó un partido soberbio,
participativo en el medio campo, moviendo el balón de izquierda a derecha y
siendo capaz de rematar varias veces los envíos de sus compañeros.
Añadan a eso la asistencia a Tello para el primer gol y el
segundo tanto, el que parecía sentenciar el partido.
¿Cómo es posible que Messi no acabara con tres o cuatro
goles con tanto uno para uno? Parte del mérito es del portero, por supuesto, y
parte depende de centímetros. Los que generalmente le ayudan, este sábado le
distanciaron del gol, igual que le sucedió a Cesc –un nuevo palo y varios
disparos francos errados- o al propio Tello, al que le anularon un gol solo por
la inmensa torpeza de Alves de ponerse en medio de la trayectoria de la pelota
en la misma línea de gol cuando el balón ya entraba.
Para el minuto 75 de partido, el Barcelona ganaba 2-0 pero
merecía ganar 5-0 o 6-0. Eso en un día horrible, ante un equipo necesitado y
con los Dos Santos, Cuenca, Tello y compañía de titulares, tres días después de
jugar un partido clave en Valencia me parece muestra de buena recuperación y
buen rendimiento. Nada que reprochar al equipo salvo, insisto, su
incomprensible falta de acierto cara al gol. Por supuesto, la ausencia de
delanteros en un equipo concebido solo para el medio campo puede explicar
algunos errores, pero otros son simplemente una desgracia, no se puede explicar
de otra manera.
Sin embargo, en un minuto todo cambió: la Real Sociedad
había llegado con peligro solo en el minuto 4, en un mano a mano de Griezmann
con Valdés. 70 minutos después se encontró con un regalo inocente en la salida
de balón del Barcelona que acabó en un pase vertical a Vela, una pésima salida
de Valdés y un 2-1 que congeló aún más los ánimos de los jugadores blaugranas.
Si ya contaban con un partido fácil en el que reservar energías, de repente se
encontraban ante el fantasma de la ida, cuando la Real empató en apenas dos
minutos los dos goles de ventaja del Barça.
A eso hay que sumarle una nueva desgracia: en un balón
dividido y sin ninguna mala intención, Busquets recibió un planchazo en la
tibia de muy mala pinta: si todo se queda en una herida superficial muy
dolorosa con baja de unas semanas, ya será un gran problema en una plantilla
pésimamente diseñada. Si la lesión llega al hueso, probablemente el
centrocampista tendrá que decir adiós a la temporada. Una desgracia porque,
como bien insiste Guardiola cada vez que tiene ocasión, Busquets es
probablemente el mejor medio centro del mundo.
Conmocionado por la lesión de Busquets y presa del pánico,
el Barcelona salvó los últimos 15 minutos de partido como los salvó ante el
Real Madrid hace diez días: con balonazos intempestivos, una distancia
increíble entre líneas, ausencia total del medio del campo y el control del
balón… Eso es un ataque de ansiedad y lo demás son tonterías. Tuvo suerte al
encontrarse a una Real bastante timorata, que aun así provocó agobios con
faltas lejanas bombeadas.
El partido tuvo una emoción que no merecía y dejó una imagen
del Barcelona probablemente injusta: la de un equipo superado por las
circunstancias. Es una pena porque el de este sábado fue probablemente el mejor
del Barça en el último mes, pero el resultado manda y la impresión que cuenta
en fútbol nunca es la primera sino la última: los jugadores perdiendo tiempo
para lanzar una falta y Guardiola pidiendo al árbitro que pitara el final. Bien
hará el Barça en hacer balance de la temporada y quitarse de encima los miedos:
no, probablemente no gane la liga, pero ya ha ganado tres trofeos, le quedan
dos partidos para el cuarto y nada hace pensar que no pueda eliminar al Bayer
Leverkusen y plantarse en cuartos de final de la Champions League.
Si en esos cuartos de final están disponibles Pedro, Alexis,
Iniesta, Xavi y Busquets, cualquier cosa es posible. Si no, quedan los 13
títulos en cuatro años. Qué mejor ansiolítico que ese.