viernes, febrero 03, 2012

Madrid 2020: Imagen de un país mediocre


Nada retrata mejor a un país que la manera que tiene de venderse. Lo que el país ve en sí mismo y lo que los demás acaban viendo. Cojamos el famoso logo de Madrid 2020. Cojamos, de entrada, la misma idea de Madrid 2020: un país en su segunda recesión, al borde del rescate económico, con recortes en todos sus servicios, una tasa de desempleo que dobla la media europea, una nula incentivación empresarial y un consumo interno bajo mínimos que se empeña cada cuatro años en lanzar fuegos artificiales desde su capital.

Como fanático del deporte, nada me haría más feliz que unos Juegos Olímpicos en mi ciudad. Como ciudadano, todo esto me resulta embarazoso. Puede que albergar unos Juegos sea una inversión provechosa, nadie parece ponerse de acuerdo al respecto, pero desde luego gastarse cientos de miles de euros en el intento sin saber el resultado no parece la apuesta pública que necesitan Madrid ni España.

El ridículo, por lo tanto, es previo, pero el logo no ayuda. No ayuda la tropa habitual de políticos y allegados anunciando un imposible, anunciando un dispendio insostenible en una de las Comunidades donde el paro ha crecido más en el último trimestre y fotografiándose sonrientes con una imagen que les retrata: la imagen de la mediocridad y de la inutilidad. No ya porque el logo sea bonito o feo, que dependerá de los gustos, sino por la desesperación de comprobar que no se entiende. Que después de meses y miles de euros gastados, sin especificar cuántos, nadie se ha parado a pensar que el logo, la publicidad, la imagen de campaña… no se entiende.

Más o menos lo que viene siendo España en los últimos años.

Analicemos desde el principio: la gestión de la candidatura abre un concurso de ideas y proyectos. Ofrecen 6.000 euros al ganador. Si es mucho o poco, lo pueden juzgar ustedes mismos, no me necesitan para eso. Un estudiante combina colores con lo que parecen aros olímpicos y dice que representa la Puerta de Alcalá. Pues vale. Debajo “Madrid 2020”. No es el colmo de la originalidad, desde luego, pero, insisto, pelearse por estas cosas a estas alturas ya no tiene sentido.

El caso es que al estudiante le pagan su dinero y las cabezas pensantes de la candidatura se dedican a trabajar sobre esa idea para diseñar el logo final. No tengo los datos pero algo me hace pensar que si el estudiante se ha llevado 6.000 euros por la idea, los diseñadores finales no se habrán conformado con menos. ¿Qué consiguen? Crear algo aún menos claro, en el que los aros-arcos cambian de color y resulta imposible entender qué demonios hay escrito en ellos: ¿2M20?, ¿M20?, ¿20020?

El hecho de que todos pensáramos a primera vista que ponía “20020” es la muestra de un fracaso total. Si nosotros lo pensamos, ¿nadie de los que se supone que han supervisado todo el proceso lo ha pensado también?, ¿o es que, una vez más, nadie ha supervisado nada, de subvención en subvención, de comisión en comisión? Si todos han visto una tilde sobre “Madrid” en el texto que queda debajo de la ilustración. Si claramente parece una tilde, sea por la tipografía o por lo que quieran, ¿nadie ha parado la imprenta y ha dicho “chicos, eso parece una tilde, no podemos arriesgarnos a que crean que no sabemos ni escribir en nuestro propio idioma”?

Se ve que no. Miles de euros por aquí, miles de euros por allá, sonrisas y publicidad a cualquier precio. La orquesta del Titanic, en pleno, tocando a toda pastilla. Estupendo. España ofrece una imagen de sí misma que no entienden ni los españoles. Una imagen que hay que explicar cuando su objetivo es justo lo contrario: que por sí misma transmita el significado. Nadie controla. Nadie decide. Nadie entiende nada. El ministro de Economía se pasea por las televisiones hablando de “confianza”, “positividad” y “negatividad” como “La Hierbas” de “Aquí no hay quien viva”.

¿Exactamente qué imagen esperaban que reflejara el espejo?


Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia".