Tras la derrota en Pamplona, recibiendo tres goles por
segunda vez en tres años, y la decisión de Guardiola de dejar a Piqué en la
grada, sin poder aclarar aún si se trata de un castigo o una decisión táctica,
se palpaba en el ambiente lo mucho que el Barcelona se jugaba en Leverkusen.
Algo más que una eliminatoria, desde luego. Sabía el Barça que otro resultado
negativo pondría en marcha la espiral del “entorno” y la duda constante…
afortunadamente, quien no lo sabía era el propio Bayer Leverkusen, quien planteó
un partido cobarde, agazapado en su área, sin darle problema alguno al rival.
La primera parte fue espantosa. El Barcelona tuvo la
posesión, sí, pero le faltó la velocidad. Iniesta, salido de una lesión, apenas
se atrevió con el desborde; Messi tiene momentos de cansancio evidente que
supera a base de un apetito voraz. En esas condiciones, el ataque dependía de
Cesc, retrasado al medio del campo, y Alexis, que se fue al centro desde el
principio del partido, dejando toda la banda derecha para Alves. Mientras estos
dos jugadores estuvieron apagados, el Bayer resistió con poco más que buen
orden defensivo; cuando espabilaron, la tela de araña alemana se convirtió en
un coladero.
Tras 40 minutos de sopor llegó la única jugada con algo de
dinamismo de la primera parte y tuvo que ser en un contraataque. Por una vez
que el Bayer se anima a salir jugando, la pérdida de balón deja a Messi con
tiempo de sobra para decidir el pase con el exterior a Alexis, que entra solo
por la derecha, compitiendo solo con su propio compañero Cesc. Esa jugada lo
dice todo de la defensa germana. El chileno, generoso en el derroche físico,
algo espeso en la lectura de juego y acertado en la definición, que es lo que
cuenta, puso el 0-1 y pareció enviar la eliminatoria, las dudas y la polémica
lejos del Camp Nou.
No fue así. El comienzo de la segunda parte coincidió con
una de las habituales desconexiones defensivas del Barcelona: nadie aprieta en
medio campo, los centrales entran en pánico, el balón se rifa entre despeje y
despeje… y al final el contrario marca en su primera llegada. Y gracias, porque
después pudieron los alemanes marcar al menos un par de goles en jugadas muy
similares: llegadas incontroladas de los mediocampistas locales y en medio
Puyol, exuberante, intentando estar en todos lados sin conseguirlo, obviamente.
La jugada del empate vaticinaba una segunda parte a la
antigua en Alemania: balones bombeados, empuje de todo el equipo, pánico
visitante… pero no hubo ni asomo de ello, entre otras cosas por la rapidez con
la que Cesc, por fin vertical, encontró a Alexis en un desmarque y el chileno
marcó el 1-2. Si en algún momento al Bayer se le ocurrió quitarse de encima el
miedo, el marcador le recordó su posición.
Llegaron a partir de ahí los mejores minutos del partido, al
menos para el espectador. Como hemos dicho, el Bayer tuvo el empate en dos
jugadas bastante claras… pero el Barcelona mereció matar a la contra varias
veces. Acomodado en la posición de media punta, Messi pudo por fin disfrutar de
un partido roto, hecho a su medida. Durante quince minutos combinó jugadas
espectaculares con malas lecturas clamorosas. A la enésima, combinó con Alves,
el brasileño le devolvió el favor y el Balón de Oro marcó su sexto gol en la
competición.
El desgaste al que somete Guardiola a Messi puede que sea
necesario para tener al argentino contento, pero a veces resulta exagerado.
Jugar todos los minutos de todos los partidos puede acabar pasando factura,
aunque viéndole correr en el minuto 88, con 1-2 a favor, todo para conseguir su
gol, da la medida de su ambición.
En definitiva, la victoria del Barcelona da un respiro
necesario al club y a su entorno, que dedicará los próximos días a escudriñar
las razones por las que Piqué se quedó en la grada. En un equipo donde el
hermetismo del vestuario ha coincidido con una escasa voluntad investigadora de
la prensa, por decir algo, cada pequeña ola amenaza con crear un tsunami. Todo
está tan controlado que cuando una pieza se sale del engranaje retumba el “run-run”.
Lo que ha pasado toda la vida en el mundo del fútbol, vaya.
Vienen ahora unas cuantas semanas de tranquilidad. Con la
liga perdida, la final de Copa en el bolsillo y los cuartos de final
prácticamente tramitados, el Barça se enfrenta a un mes sin compromisos
deportivos de altura. Veremos cómo los gestiona para llegar a abril-mayo a tope
de forma y con todos los jugadores menos Villa y Affelay recuperados. El
Barcelona no solo es el campeón sino que se le exige como al campeón. Nadie
debería ver nada de raro en eso.