Muñecas rusas: la crítica es una narrativa sobre la narrativa. Una
manera de hilar un discurso coherente y que dé explicación a cientos de páginas
que ya de por sí pretenden dar explicación y crear un discurso coherente del
mundo creado por el artista. Añadan a eso una tercera narrativa: la del libro
que analiza las críticas de otro libro, así, Jack Green en “¡Despidan a esos
desgraciados!” (“Bastards” en el original inglés) y por último esta crítica,
que habla sobre el libro de Green.
Si siguen ahí, arrancamos…
“¡Despidan a esos desgraciados!” es la recopilación de una serie
de artículos escritos por Jack Green en el fanzine neoyorquino “newspaper” en
los que se ataca con nombres y apellidos, fecha y entrecomillado, a la gran
mayoría de reseñistas de “Los reconocimientos”, primera novela de William
Gaddis que, según Green, no obtuvo el cuidado y la atención necesarios para
apreciar su verdadera calidad, cayendo masivamente en el abuso de tópicos que
poco tenían que ver con el libro.
Los ataques a los reseñistas son tantos que a veces se pierde el
enfoque: básicamente se les acusa de vagos, y algo de eso hay, desde luego.
Green cita innumerables párrafos en los que se despacha el libro sin más por
“ser muy largo”. Evidentemente, que un libro sea largo o corto no es motivo de
halago o crítica, aunque Green obvia algo: no es lo mismo decir que un libro es
largo sin más que decir que un libro se
hace largo por estar mal escrito, o porque lo mismo se podría haber escrito
en menos palabras. Por supuesto, eso es debatible, pero no conviene mezclar
churras con merinas.
Aparte de vagos, los críticos son unos peseteros. Una cosa va
ligada a la otra: quieren llevarse el dinero sin hacer su trabajo como es
debido: sin releer, sin interpretar correctamente, citando directamente la hoja
de promoción del libro… Los casos que presenta son flagrantes y numerosos,
aunque a menudo se echa de menos el contexto. Lo bueno de Green es que a la
hora de “despedir” periodistas da las razones específicas y las explica con
citas textuales. Lo malo es que esas citas textuales no recogen más que una
parte de la reseña, igual que los reseñistas se empeñan en citar extractos o
páginas sueltas de “Los reconocimientos” sin contextualizarlos, cosa que a
Green le pone de los nervios.
¿Cómo se ve todo esto desde la distancia de los 50 años
transcurridos desde los artículos del “newspaper”? Con media sonrisa. ¡Ah, los
tiempos en los que se cobraba por una reseña! Obviamente, en la mayoría de los
casos, forman parte del pasado. Lo peligroso de atacar a un gremio por hacer
algo mal y no ganarse su dinero es que cuando siguen haciéndolo mal gratis
ya no hay excusa y tienes que callarte.
Bien, la mayoría de los reseñistas gratuitos actuales seguro que lo hacemos tan
mal como los de los 50 en Estados Unidos, pero, ¿quién puede acusarnos ahora de
pedigüeños? Es una argumentación un poco perversa. Lo mal hecho está mal hecho,
cueste lo que cueste, gane lo que gane quien lo hace.
Esto nos lleva al tercer punto de disputa de Green: los críticos
no han entendido “Los reconocimientos”. Aquí sí puede haber un debate más
sensato. “Vagos y peseteros” no dejan de ser críticas ad-hominem que poco
tienen que ver con el trabajo de los reseñistas. Sí, hay algunas indicaciones
que apuntan a una cierta vagancia de algunos críticos igual que hay en sus
críticas indicaciones de que el libro es malo porque es largo. Ya hemos dicho
antes que eso no es motivo per se para
la descalificación, aunque cuadra con el tono de indignación constante de
Green, un tono en ocasiones divertido y mordaz; en otras ocasiones, un poco
excesivo.
Puede que los críticos no hayan entendido partes de “Los
reconocimientos”. Puede incluso que no hayan entendido nada. Aquí es donde
Green hace su mejor trabajo: el “fisking” de cada reseña. El análisis de las palabras
exactas muestra, efectivamente, un dibujo global confuso, en el que cada uno
dice lo que le da la gana sin importarle contradecir la realidad impresa. “La
crítica” queda disuelta en un “magma” bajo el nombre común de “desgraciados”
precisamente por ser incapaz de darle un discurso común a todas sus
interpretaciones.
¿Debería ser ese el papel de la crítica? No lo creo. Es normal que
haya distintas interpretaciones sobre un libro y es normal que eso irrite a
menudo a la gente. Sucede con libros publicados hace siglos, no va a ocurrir
con el lanzamiento de la semana… “¡Despidan a esos desgraciados!” aporta un
aire fresco y divertido aunque un pelín repetitivo en ocasiones. Quizá todo
parta de una cuestión de fondo: la importancia que uno le dé a la crítica. En
mi caso, es muy poca. El crítico intenta muchas cosas y a menudo consigue
pocas. Esto es así. Pelearse con cada reseña párrafo a párrafo para intentar
“desenmascarar” bastardos es un esfuerzo un pelín quijotesco.
Sí, hay mucho inútil escribiendo reseñas, ya lo sabemos. Y sí, a
menudo no entienden lo que leen o no se les da tiempo para leer en condiciones
o directamente no tienen ningún interés en leer y lo basan todo en prejuicios y
contextos ajenos al del propio libro. Demasiadas reseñas nos hablan del autor,
sus filias y sus fobias en vez de centrarse en lo que importa: la obra.
En definitiva, “¡Despidan a esos desgraciados!” es un libro para
los amantes de la crítica literaria o en su defecto para los que la detesten.
Funciona a muchos niveles y es posible leer el libro y comprenderlo sin
necesidad de haber leído antes “Los reconocimientos” de Gaddis, aunque
obviamente ayuda. Aparte, hay que agradecer a Alpha Decay el cuidado sumo de la
edición en castellano: no hay apenas erratas, la traducción es impecable y se
ofrecen un prólogo y un anexo que ayudan al lector más interesado a seguir su
propia investigación. Una editorial que cuida sus libros es una editorial que
merece al menos un reconocimiento, valga la redundancia.
Reseña publicada originalmente en la revista Sigueleyendo
Reseña publicada originalmente en la revista Sigueleyendo