Ya está a la venta el número de otoño de "Zona de Obras", con el reportaje "Más allá de los intermediarios", para el que conté con la colaboración de los invitados de lujo que se apuntan en el título del post. Os dejo un avance, el resto me temo que tendréis que encontrarlo en la propia revista, que se puede comprar en este enlace.
Toda creación es la comunicación de
un sentimiento o una idea a alguien indefinido que vigila desde algún lugar. Si
la creación –sea audiovisual, literaria o musical- solo tiene como objeto
satisfacer el propio ego, no hay problema alguno. El problema es cuando la
intención es contar algo a los demás, ahí necesitamos gente que nos ponga en
contacto, eso es inevitable. Lo que va cambiando con los tiempos y las
tecnologías es el número de intermediarios y su grado de participación en la
obra.
En un principio, el músico tocaba
directamente su partitura frente a una audiencia mayor o menor, el escritor
encuadernaba su obra y la vendía con distinto éxito en librerías o directamente
las pasaba de mano en mano, y el director de cine era su propio proyeccionista,
mostrando a obreros saliendo de fábricas o a trenes invadiendo la pantalla a
gran velocidad. Con los años, obviamente, todo eso tuvo que canalizarse
mediante una serie de organismos que se dieron en llamar “industria”.
¿Cuál es el problema actual? Esas
tres industrias, es decir, la discográfica, la audiovisual y la literaria están
al borde del colapso. Especialmente las dos primeras. Hablar aquí de Internet
sería una tarea larga e imposible. Lo que nos interesa es qué puede hacer el
creador frente a esa industria que aparece como un enorme monstruo dispuesto a
devorarlo pero que en muchas ocasiones no es más que un gigante con pies de
barro.
Aquí hablaremos de una serie de
creadores que han decidido saltarse parte de ese Leviatán y tomar ellos mismos
el control de sus obras. Por supuesto, siempre hará falta una distribuidora,
una productora o un cine donde proyectar las películas. Saltarse intermediarios
no significa prescindir por completo de todos ellos. Eso sería muy absurdo: incluso
para comprar pescado, irremediablemente, necesitamos al pescadero.
El caso es que cada vez con más
frecuencia, el artista está apostando por tomar él las riendas de su obra,
cansado de negativas, abusos, contratos leoninos, distorsión absoluta de su
obra… y de perderse intentando negociar con cuatrocientos departamentos
distintos dentro de su discográfica/editorial/productora. La base de las
actividades que éstas han realizado en exclusiva y de forma casi asfixiante
durante las últimas décadas, es decir, la promoción, la distribución y la
creación de un formato, pueden ahora quedar bajo el control del creador.
Eso multiplica las posibilidades
creativas, multiplica los ingresos si la cosa va bien… pero también supone una
apuesta muy valiente y que pocos se han decidido a asumir. Trabajar al margen
de la industria supone colocarte en una posición de “paria” y te obliga a unas
responsabilidades contables, financieras, legales… que pueden llegar a
agotarte. ¿Merece la pena ese esfuerzo a cambio de ver tu obra tal y como tú la
quieres en manos de quién tú la quieres sin “intoxicaciones” por el camino? Eso
es lo que trataremos de descubrir a continuación.
El milagro Vetusta Morla
“Si hubiéramos hecho caso de todo
lo que nos decían, aún estaríamos haciendo maquetas y pasándolas por
discográficas”, resume Guillermo Galván, de Vetusta Morla, al hablar de la decisión de ir por su
cuenta, montar su propio sello discográfico, buscar una promotora (La Fábrica
de Chocolate) un buen jefe de prensa como Pablo Camuñas y su empresa
Promociones sin Fronteras, y una distribuidora potente que creyera en el
proyecto como PIAS.
Consulta el resto del reportaje en la revista Zona de Obras.