jueves, diciembre 15, 2011

"La Torre", de Uwe Tellkamp




La Torre, de Uwe Tellkamp. En fin, voy a intentar ser lo más honesto posible y confiar en que ustedes me entiendan. La novela habla de los años 80 en la República Democrática Alemana, los estertores del régimen comunista auspiciado por la Unión Soviética. A mí todas estas historias decadentes me apasionan, sea la de un nuevo rico que se estrella en sus negocios o la de una utopía que se ahoga dentro de su propio horror. Además, la historia del colapso comunista en Alemania ha dado al menos dos grandes películas: Good-bye, Lenin y La vida de los otros… ¿Por qué no intentarlo?

Las primeras dudas llegaron al recibir el libro: 887 páginas de narración. Bien, eso no es necesariamente un problema. El problema llega cuando nada más empezar hay una clave de personajes para que no te pierdas. Eso es una excusatio non petita como una casa. Si la editorial piensa que te vas a perder ya desde la página uno, mal vamos, aunque eso, insisto, no es lo peor, lo peor es que sea verdad.

La escritura de Tellkamp, o su traducción al español, es densa desde el principio, con un abuso de las descripciones que tiene difícil comprensión. El narrador aparece en todas partes: incluso cuando uno de los personajes empieza un discurso, ahí está el autor para meter la cuchara y cortarle cada tres por cuatro entre mis gritos desesperados: “¡Déjale hablar, por dios!”. Los personajes se suceden entre confusos nombres y apellidos, todos, absolutamente todos los lugares, sin jerarquía, merecen descripciones de páginas y páginas que no parece que sirvan sino para definir una atmósfera que ya está en la mente de cualquier lector avezado: sí, la RDA era un horror, era opresiva y el control sobre los ciudadanos era absoluto.

Por favor, no nos hagas lo mismo.

Resulta obvio que al principio Tellkamp intenta angustiar al lector mediante una retórica pesada que nos recuerde la propia sociedad que describe. ¿Qué pasa cuando eso ya lo has pillado en la página 30 y seguimos en las mismas en la 315? Es complicado. Puede que todo esto sea problema mío, pero no lo creo.  Como profesor de narrativa y literatura creativa, decidí utilizar el libro como ejemplo para mis alumnos. Al llegar a la página 49 ya había doblado tres páginas para recordarles todo lo que sobra en una narración: cómo una excesiva adjetivación rompe el ritmo, descompone la trama, aleja al lector en mil detalles, muchos de ellos sin trascendencia…

Sin embargo, continué. Los chicos se reían de mí pero yo continué porque esa era la idea que tenía de mi trabajo como crítico. Probablemente yo podría haber escrito que La Torre no aguantaba ni las primeras 70 páginas de lectura y eso de por sí ya habría sido una crítica bastante elocuente, pero, ¿cuántas veces hemos leído maravillas que arrancaban cuando ya estábamos a punto de tirar la toalla?

Allá por la página 177 sopló un viento de esperanza. Por fin aparecía un personaje vivo, sin interrupciones. Un personaje que se definía por sus acciones y no por dos párrafos de explicación agotadora. Verena, se llamaba la chica. En el instituto, aprovechando el centenario de la muerte de Karl Marx, le preguntaban las razones por las que el socialismo había demostrado ser superior al capitalismo como modelo de organización social y político… y la chica entregaba el folio en blanco. Sin más. Ahí había algo, una actitud, una rebeldía, una protesta… Solo una acción, solo dos líneas y aquello parecía ir a algún lado.

Desgraciadamente, Tellkamp cambió de tema y nos volvió a dejar abandonados, como si no estuviera dispuesto  que la tal Verena le quitara protagonismo alguno.

No sé decir si Tellkamp escribe mal, está mal traducido o simplemente yo no le entiendo. Sin duda, no soy el tipo más listo del mundo, pero tampoco el más tonto y me considero un buen lector. Cuando leo 310 páginas y me sobran 300 creo que el libro tiene, objetivamente, un problema. No lo pensaron así en Alemania cuando lo nombraron libro del año en 2008. Uno se siente culpable cuando le presentan un libro como una obra maestra pero no encuentra prácticamente ni un motivo que lo justifique.

En fin, aguanté. Estamos hablando de más de un mes de lectura para llegar a la página 314, de nuevo un personaje divagando entre interrupciones y páginas y páginas en cursiva. No, ni siquiera la edición ayuda. Sábado por la noche. La duda vuelve y esta vez la tentación es más poderosa: a lo mejor, La Torre es un libro imprescindible para entender la República Democrática Alemana y su descomposición, pero no pienso esperar otras 500 páginas para averiguarlo. Creo que un escritor se merece tiempo y un lector se merece ciertas cortesías, entre ellas, ante todo, la claridad.

Me acabé rindiendo. Eso es todo lo que les puedo decir del libro: que por más que lo intenté, me acabé rindiendo. Si es un libro muy malo o es un libro solo para valientes, decídanlo ustedes si se atreven. Yo, avergonzado, me retiro a mis cuarteles y me pongo con la caída de la URSS. La decadencia, de nuevo. De mí se podrán decir muchas cosas pero que no me va la marcha no es una de ellas.

Reseña publicada originalmente en la revista Sigueleyendo