jueves, diciembre 29, 2011

La dama de hierro


Margaret Thatcher. Es más, Meryl Streep interpretando a Margaret Thatcher. Para los que crecimos en los 80 y 90 es imposible no encontrar algo atractivo en esa combinación. "La dama de hierro" corre riesgos narrativos pero sobrevive siempre gracias a la actuación de su protagonista, de nuevo bordando el papel, con esa capacidad de Streep para conseguir que no la veas a ella sino que veas al personaje. No todas las actrices, y desde luego no todas las actrices multipremiadas, lo consiguen.

Sin embargo, la película tiene un problema de enfoque, que a veces se resuelve positivamente y otras no tanto. Me explico: la película es una retrospectiva de Thatcher desde la actualidad, los últimos días de una anciana acosada por las alucinaciones, necesitada constantemente de ayuda y que recuerda los momentos en los que gobernaba no solo su país sino el mundo junto a Ronald Reagan. Los tiempos de gloria que quedan atrás por la traición y la cobardía de sus propios diputados.

Esa idea es potente. La idea de la decadencia en sí, imaginar a Margaret Thatcher pidiendo ayuda, llorando, desolada ante la realidad, su propia demencia, atrae a cualquiera... y los recursos tanto narrativos como visuales están bien utilizados. Otra cosa es la importancia que uno le quiera dar a esa historia. Como introducción hubiera funcionado bien, para enmarcar el relato principal: el de la "Dama de Hierro" en sí, es decir, la primera ministra de Gran Bretaña. Como hilo principal, se queda corto.

Cargar tanto las tintas en la parte decadente, la parte personal, las alucinaciones, los recuerdos, las lágrimas... hace que quede poco tiempo para explicar la obra, es decir, la política. Sí, en la película se habla de los inicios de Thatcher como Margaret Roberts, su entrada en el partido conservador, su llegada al Parlamento, su papel como ministra de uno de los múltiples gobiernos Heath, su liderazgo en el Partido, luego en el país... y a partir de ahí la reconversión minera, las huelgas, la represión, el IRA, las Malvinas, el boom de los 80, la nueva recesión de principios de los 90, las disensiones internas y su dimisión forzada.

Lo que yo no veo, y llámenme soso, es que las dos historias tengan un mismo valor. Me puede interesar una pincelada de "humanidad" lacrimosa pero pasar por 40 años de la historia de Gran Bretaña de puntillas y a todo correr es como mínimo arriesgado. Dudo que sin saber quién es Margaret Thatcher nadie salga del cine con una idea aproximada de cuál fue su importancia real, más allá de si quería a su marido y a sus hijos que, lo siento, pero no me interesa.

Los críticos dirán que el retrato es benevolente, amable... que pasa por encima de la cantidad de miseria que dejaron sus políticas industriales, la privatización constante de los servicios públicos, el gasto obsceno en una guerra absurda o su constante desprecio por toda idea contraria a la suya. Los partidarios dirán lo contrario, que se la dibuja como una mujer fría y distante, tópica, que no se valoran sus esfuerzos por reactivar la economía y crear empleo, su lucha obstinada contra el terrorismo, su papel en la caída del Telón de Acero...

Y, bueno, ambas partes tendrán razón porque es verdad: la película no explica nada de eso. De repente hay una bomba, de repente hay unos mineros, de repente hay unos acorazados... pero no hay una hilazón en el discurso. Algunos dirán que para eso está la Wikipedia y los reportajes del Canal Historia, pero tener a todo un personaje como Margaret Thatcher en tu guion y dejarlo escapar de esta manera es hasta cierto punto decepcionante.

Por lo demás, la película, ya quedó dicho, se sostiene por la inmensa Meryl Streep y porque el personaje, incluso en fast forward, es completamente fascinante. Sin duda, una de las grandes figuras de la segunda mitad del siglo XX en Europa para bien o para mal. Ahí está el reto de la película, retratar esa grandeza en toda su complejidad. Explicar su importancia desde el relato de sus éxitos y sus fracasos. A veces, se consigue. Otras veces, demasiadas quizá, no. Simplemente se pierde en la historia de una demencia senil cuya importancia real solo se justificaría explicando en detalle las decisiones que en su momento tomó esa persona.

Lo dicho, partiendo de dos grandes ideas, y agradeciendo el esfuerzo, me temo que se queda demasiadas veces a medio camino. Aun así, solo por las cosas buenas, la película es recomendable.