Francisco Camps, Jaume Matas, José Blanco, el Duque de Palma... y los que quedan por venir. Todos ellos son inocentes hasta que la Justicia determine lo contrario pero la acumulación de causas pendientes es sin duda preocupante, demasiado como para insistir en que no hay más crisis en España que la económica: cuando dos ex-presidentes de Comunidades Autónomas, un miembro de la Familia Real y un ex-portavoz del Gobierno se tienen que citar ante el juez para dar explicaciones, es lógico que haya un motivo de preocupación.
En el pasado discurso de investidura, Rajoy criticó duramente que UPyD apelara a estos casos de corrupción y pusiera el foco en la desconfianza hacia los políticos. Yo mismo he criticado duramente a UPyD en otras ocasiones pero aquí Rosa Díez tenía toda la razón: es obvio que hay un clima de desconfianza y es obvio que algunos políticos no han hecho demasiado por evitarlo, sea de manera activa o pasiva, es decir, callando y manteniendo hasta el último momento.
Lo más novedoso de la situación -porque aquí ministros y presidentes en los Juzgados los llevamos viendo 20 años- es la imputación de Iñaki Urdangarín. Es especialmente grave por dos motivos: por primera vez, la Casa Real queda con las manos manchadas, una institución que hasta ahora había sabido -con un indudable apoyo mediático- mantenerse por encima del bien y del mal. Sin embargo, con todo, eso no es lo más grave si se mira con perspectiva. Lo grave es que hubiera tantos y tantos políticos dispuestos a dejarse corromper o a ayudar con gastos públicos al enriquecimiento del Duque.
La postura del Rey al respecto es decepcionante. No me atrevo a decir que delictiva porque me falta información, pero lo que no tiene ningún sentido es que se venda una imagen por la cual el perjudicado es él. Todos esos aplausos y vítores en la inauguración de la legislatura para reparar el agravio... ¿El agravio de quién? La figura de la monarquía en España es difusa, sus atribuciones, en la práctica, muy reducidas, y aunque sea el Jefe del Estado, es obvio que no le vamos a pedir al Rey explicaciones sobre los problemas reales de ese Estado porque no depende de él sino del poder legislativo.
Otra cosa es que nos creamos que el Rey no controla la Casa Real. ¡Hasta ahí podíamos llegar! O bien el Rey sabía lo que estaba haciendo Urdangarín -el sumario apunta en esa dirección, pero es solo un sumario no una sentencia- o bien no sabía nada, en cuyo caso habría que preguntarse dónde demonios estaba mirando. Lo que no resulta creíble en ningún caso es que el Rey sea la víctima y hará mal si se enroca en esa posición. Los sistemas de vigilancia han fallado y esos sistemas los pone él. Hace bien en no culpar públicamente a quien no deja de ser un imputado sin sentencia, pero haría aún mejor en reconocer esos fallos, prometer mejoras y pedir disculpas al respecto.
Algo así como "nosotros también investigaremos, nos consideramos en deuda con la sociedad" estaría bien. Sin más.
Pero no, mejor aplausos interminables y poses dignas y declaraciones filtradas para mayor gloria de la Casa Real, agraviada por la conducta de una manzana podrida. Con tanto aplauso lo raro es que los gusanos no se multipliquen. La monarquía en estos tiempos es casi indefendible desde el punto de vista teórico. Nos queda, sin embargo, la realidad, el hecho práctico, la posibilidad de que, pese a todo, un país pueda funcionar mejor con un Jefe del Estado no electivo. Si se aleja de la realidad, al Rey, a la Casa Real no le queda nada.