viernes, septiembre 19, 2008

El orfanato


De entrada, cualquiera que decida comprarse una casa así merece que le pasen esas cosas. Parece mentira que la gente ni haya leído a Poe ni haya visto a Hitchcock ni a Corman. "El orfanato" es sencilla pero brutalmente efectiva: sucesos paranormales, banda sonora que anuncia sorpresas y niños malignos. No hay nada como un buen niño maligno. A todos nos recuerda ese gordo abusón que nos tenía aterrorizados en el patio del colegio.

Pesadillas recurrentes.

Por lo demás, hay determinados fallos de guión, habituales en el género: la trama empieza media hora más tarde de lo que debería y no hay explicación seria para ello. De hecho, sería muy sencillo esquivarlo y si puedo ver a Bayona estos días por aquí, juro que intentaré hacerle la pregunta sobre por qué Belén Rueda no entiende el juego desde el momento en que aparece una muñequita en la cama de Simón, porque desde luego los espectadores lo entendíamos perfectamente.

Funciona, desde luego. Nos tapábamos las caras y gritábamos de espanto para luego sonreír. Puede que alguien se queje de que no es muy innovadora. No lo es. Oscuridad, ruidos, pisadas, puertas que se abren y se cierran, una mansión en medio del bosque. Pero, bueno, puedes hacer el parque de atracciones más vanguardista de la historia que los niños acabarán queriendo montarse en la montaña rusa.

Y la montaña rusa no engaña: sabes cuándo estás subiendo, sabes cuándo estás bajando. Te da lo que espera.

Desde hace tiempo, intuía el parecido con "Frágiles", de Jaume Balagueró. No podía imaginar que fuera tanto y que nadie lo haya mencionado claramente. Por supuesto, insisto, todas las películas de terror tienen un aire de familia, pero esto es casi una adaptación literal. ¿Por qué la de Balagueró pasó un poco sin pena ni gloria en España y la de Bayona arrasó en los Goya y fue la más taquillera del año? Ni idea. Las dos son buenas, pero "Frágiles" es mejor.

Quizás sea eso.

Es de noche y no me apetece ver "La Zona". Me preparo para cenar algo y quizás salir, sin saber muy bien adónde. Hay tantas opciones que muy bien podrían acabar en ninguna.