domingo, septiembre 21, 2008

El sufrimiento universal


San Sebastián empezó dándolo todo en fiestas, presentaciones, estrellas más o menos rutilantes del cine y la televisión, vendiendo glamour por todas partes, masas de quinceañeras agolpándose a la puerta del María Cristina y poco a poco va asomando su verdadera patita por debajo de la puerta, como es lógico.

Y es que el Zinemaldia es un festival contradictorio como pocos: invita a Ben Stiller para que se lleve todos los focos con una comedia gansa -bastante bien hecha, por lo que dicen, cosa que no me extraña: yo soy fan de Ben Stiller- mientras todas las demás películas hablan de sufrimiento.

Sufrimiento universal: en todas partes se sufre, es curioso. Uno ve una película iraní y ¿qué ve? Sufrimiento y pobreza. Va a ver una de Winterbottom y ve sufrimiento y penurias familiares. Danesa ("Fear me not"): sufrimiento y pastillas antidepresivas. Se mete para ver "La belle personne", francesa, y se encuentra con un montón de talentosos adolescentes parisinos que sufren por amor, en una especie de "Al salir de clase" con una dudosa ambientación que recuerda demasiado a los años 60 y la Nouvelle Vague.

A veces, hay que abrir las ventanas y airear.

Con todo, "La belle personne" tenía sus puntos buenos. Dramática, desde luego. Con veinte minutos de más, como debe ser, pero tenía sus puntos buenos. Bien interpretada y con un manejo de la adolescencia mucho más eficaz que el que hablábamos ayer de "Acné". Una actriz guapísima y un actor que parecía más bien el protagonista de un anuncio de colonia. Francesa, por supuesto.

Pero para sufrimiento, el sufrimiento patrio. No abundan las películas españolas divertidas en este festival. "Amateurs", ya dije, estaba bien. Muertes, abandonos, soledad... pero bien. "El truco del manco", debut en el cine de "Langui", el cantante de La Excepción, es un exceso se mire por donde se mire. Es imposible que todo vaya mal todo el rato. Recuerda, salvando las distancias, a esos dramas neorrealistas italianos de barrio bajo en el que el protagonista y sus amigos luchan por salir adelante y caen una y otra vez en los viejos vicios, las viejas trampas.

Drogas, discapacidad, mercadeo, robos, palizas, amores imposibles, relaciones familiares truculentas y muchos gritos. Puede, simplemente, que yo me esté haciendo mayor, pero me resultaba imposible creerme nada de lo que veía. El exceso de tristeza, como el exceso de alegría, provoca desconfianza. Incluso el impactante mensaje de superación de un hombre al que sólo meterse en la bañera ya le toma diez minutos y un dolor increíble queda un poco diluído entre tanto dolor genérico, sin límite.

Y ahora, "El patio de mi cárcel", que, yo creo que, comedia lo que se dice comedia, no va a ser...