La muerte de otro es siempre una excelente oportunidad para hablar de uno mismo. La muerte, en realidad, no es más que una ausencia, y la ausencia la dejan otros pero queda en mí. Ausencia de Paul Newman, sea el mito o la persona. Podría llenar esto de datos sobre películas y años y premios. Esa sería la vieja usanza. Eso sería lo recomendable.
Pero para eso tienen Google, la Wikipedia y el IMDB. Aquí encontrarán cosas como el día, cuando era pequeño, cinco o seis años, y a la salida del Montessori -con Eloy Azorín, entonces Eloy Arenas- rumbo a un cumpleaños, el taxista se empeñaba en preguntarnos cómo se decían determinadas cosas en inglés. Por ejemplo, Paul Newman y Robert Redford.
Paul Newman y Robert Redford. Curioso. Eran los guapos por excelencia del cine, y eso que al menos Newman tenía ya 60 años. Supongo que ahora a los niños de colegios bilingües les preguntan por Brad Pitt y George Clooney, pero, ¿qué quiere decir "Clooney" en inglés? Luego, un ciclo en TVE. Uno de esos ciclos estilo el que pusieron de Truffaut, de Marlon Brando, de Cary Grant... Newman en blanco y negro y en color.
Newman con el Gordo de Minnesota. Para mí, básicamente, Paul Newman es Relámpago Eddie. No el Relámpago Eddie borracho y bravucón, sino el sobrio y profesional que no paraba de repetir: "¿Cómo voy a fallar, Gordo?... No puedo fallar... ¿Ves? No puedo fallar?" y yo hacía mucho cuando pensaba en ti, cuando quedaba contigo los viernes, algunos sábados y nos íbamos de discoteca.
Newman en color, decía. Con el bigote de Henry Gondorff, llamando Loneman, Lonnigan... al tipo aquel cabreado y cojo. Una de las mejores películas que he visto nunca. Luego, pocas noticias. Una película espantosa con los Coen, ¿se acuerdan? Eso fue en los 90. "El color del dinero", por supuesto, con las muecas continuas de Tom Cruise, una especie de cesión fallida del testigo.
Luego, las fotos. Sus fotos en un blog, demacrado, a pesar de que la bloguera -amiga de la familia- se empeñara en decir lo guapo que seguía estando y el buen aspecto que tenía. Y ahora, esto, justo en plena clausura del Festival -supongo que esta noche tendrán el detalle...-, una noticia esperada, por supuesto, pero hasta cierto punto dolorosa, porque con la gente se va una época y unos recuerdos. Se va la infancia y el taxista y te vas tú aunque quede Relámpago, y el paisaje cambia. No brutalmente, porque Paul Newman hacía tiempo que no formaba parte del paisaje, pero cambia.
Para mí, era el actor por excelencia. Yo nací en un mundo en el que Paul Newman era el actor por excelencia y ahora vivo en un mundo en el que Paul Newman no existe. Y eso no me puede dejar indiferente, claro.