Creo que todos estaremos de acuerdo en una cosa: la tarea parecía casi imposible y ninguno hubiéramos dado un duro cuando el proyecto se presentó en 2003. Parecía casi imposible por una cuestión de espacio: España es un país muy pequeño y Madrid tiene poco peso en el mundo, y por una cuestión de tiempo: Barcelona acogió los Juegos en 1992. Esas repeticiones sólo suceden en EEUU, pero EEUU es más grande que Europa entera.
Pese a todo, Madrid quedó tercera en la votación de 2012 y parte como segunda favorita en 2016. Parece que sus opciones, aparte de cuestiones geopolíticas, dependen de conseguir por fin una oferta hotelera que cubra la demanda y mejorar la seguridad, aunque en los años que vienen la seguridad en las sociedades abiertas va a ser difícilmente mejorable en términos de eficacia sin colisionar con los propios derechos individuales que se defienden.
En ese sentido, mejor dárselos a China todos los años. Más seguro.
A favor de Madrid, y de España, juega la verdadera eclosión del deporte en nuestro país en los últimos años. Nunca en la historia se había vivido un momento así: campeones del mundo de baloncesto, recientes campeones del mundo de balonmano, campeones de Europa de voleibol, gimnastas como Gervasio Deferr, estrellas de la piscina como Gemma Mengual, tenistas como Rafa Nadal, baloncestistas como Pau Gasol, José Manuel Calderón, Juan Carlos Navarro... por no mencionar la eclosión en deportes no olímpicos de nombres como Fernando Alonso, Dani Pedrosa, Jorge Lorenzo... conocidos mundialmente.
El deporte español no es el más importante del mundo, pero sí está viviendo el mejor momento de su historia. Puede que eso merezca un reconocimiento. Además, en Madrid se han celebrado recientemente todo tipo de eventos deportivos. La celebración de la Copa Davis, mal que les pese a los jugadores, es un paso adelante muy importante en ese sentido. Cuando los deportistas no quieren competir en una ciudad de su propio país es complicado convencer al CIO de que esa ciudad merece unos Juegos Olímpicos. Ya pasó en 2004, afortunadamente no pasará en 2008.
En cuanto a las demás candidaturas, llegan así, en términos geopolíticos claro, porque sus dossiers, lo siento, pero no me los he leído:
-Río de Janeiro.- Buena parte de las aspiraciones de Madrid dependen de que Río caiga en la primera votación y todo el voto latinoamericano se centre en la candidatura española. Ha sido la peor valorada, por debajo incluso de Doha, que se quedó fuera de la selección final. A favor, cuenta con que nunca se han celebrado unos Juegos en Sudamérica y que la idea de celebrar una fiesta del deporte así en ese entorno es maravillosa. En contra juegan un proyecto poco sólido y la habitual desconfianza del CIO con los países considerados "en vías de desarrollo".
- Chicago.- Si la situación política cambia este año, con una victoria demócrata y una mejora de las relaciones entre España y Estados Unidos puede que no pase lo de la vez pasada, que todos los votos de Nueva York se fueron contra Madrid y a favor de París y Londres. Estados Unidos es el país más influyente y poderoso del mundo y suele conseguir lo que quiere. Eso es peligroso, claro. El mayor enemigo de Chicago será Atlanta. Para muchos, fueron los peores Juegos de los últimos años en materia de organización. Y Chicago es bastante más grande y caótica. No creo que ganen, pero del poder diplomático estadounidense puede depender quién gana en su lugar.
- Tokio.- Y ahí entra Tokio, claro. Las relaciones entre Japón y EEUU desde el final de la II Guerra Mundial son excelentes. EEUU invade culturalmente Japón y Japón invade económicamente EEUU. Son grandes amigos y se reparten las migajas del mundo. Además, resulta que el proyecto japonés ha sido el mejor valorado de todos, con un 8,3. ¿Se les puede ganar? Muy complicado. Ya celebraron unos Juegos, sí, pero fue hace 50 años, y eso para un país tan grande no es demasiado. Peor lo tiene Madrid en ese caso.
Por poner pegas, sería darle dos Olimpiadas casi seguidas a Asia. Pero está claro que son los grandes favoritos ahora mismo, por delante de Madrid. A ver qué opina Alberto de Mónaco de todo esto.