Empecemos por la lírica y la épica: creo que será la primera vez que toda una generación vea a la selección española de fútbol jugar las semifinales de algo. Por supuesto, han visto a las de baloncesto, balonmano, waterpolo, hockey hierba, hockey patines, voleibol, fútbol sala... convertirse en campeonas de Europa o del mundo en los últimos seis años, pero el fútbol, justo el fútbol se había quedado como una especie de causa perdida en la que nadie confiaba. Yo, menos que nadie.
De hecho, el partido pareció envuelto en ese aire maldito, de destino inevitable. Como si España aceptara que iba a jugar bien y dominar, pero no iba a marcar e Italia asumiera que con muy poco fútbol iba a ganar de alguna manera: Luca Toni, una falta mal despejada, la tanda de penaltis... Empecé a pensar que España pasaba de semifinales cuando Casillas paró con los pies el tiro de Camoranesi que era gol sí o sí. Es la primera gran parada que le recuerdo a Iker con la selección durante un partido relevante.
Pero el partido siguió igual. Afrontémoslo: fue un partido horroroso, infumable. España no quería arriesgar la posesión y no mostró ninguna convicción adelante. Incluso cuando encontró huecos y disparos, apenas si consiguió inquietar a Buffon. La selección tiró el doble de veces a puerta que los italianos, pero su portero no tuvo ni que tocar la bola... y una vez que la tocó casi se la cuela, a tiro de Senna.
Si España hubiera perdido, podríamos haber criticado esa falta de convicción y de confianza arriba. Como ha ganado, tenemos que destacar lo bueno: la paciencia y el orden. Y ya lo hemos dicho, estos torneos se ganan con paciencia y con orden. Bien por Luis Aragonés. La defensa estuvo sublime sobre Luca Toni. Senna jugó el partido de su vida destruyendo y dando sentido al juego. Silva e Iniesta se movieron con picardía y sin descansar... El entramado defensivo de España funcionó a la maravilla y eso era lo que había que hacer en un partido así.
Ahora bien, también hay que reconocer que Italia facilitó mucho esa labor. Daba la sensación de que, una vez eliminada Francia y tras evitar la eliminación milagrosamente dos veces, los italianos lo dejaron todo en manos de su propia aureola de ganadores y la maldición española de perdedores y prefirieron no hacer nada más. La apatía y falta de ideas de la nazionale fue escandalosa. Sólo Cassano intentó algo, y Toni al menos se peleó -y de qué manera- con los centrales y Sergio Ramos. El resto esperó el error español, pero el error esta vez no llegó.
Ni siquiera en los penaltis, fin habitual de las aventuras españolas en estos torneos. Buffon sólo olió el penalti de Güiza y se lo paró. Casillas estuvo a punto de parar los cuatro. Le bastaron dos. Al final, Italia se va a casa con la frase habitual "llevamos la cabeza bien alta". Una cosa es cierta: no recuerdo la última vez que a Italia la eliminaron de un torneo importante derrotándola en los 90 minutos de juego: ganó el Mundial de 2006 (en los penaltis), perdió los de 1990,1994 y 1998 también en los penaltis. El de 2002, en la prórroga, con Corea. La Eurocopa de 2000 con un Gol de Oro de Trezeguet también en el descuento. En el 96 y el 2004 no pasaron la fase de grupos.
Su competitividad está fuera de duda. Tan fuera de duda que dieron por hecho todos los tópicos y se dejaron llevar lastimosamente. Al final del partido, curiosamente, nadie pareciá creerse lo que había pasado.