viernes, marzo 14, 2008

Un invierno fatal


En la foto, la catedral de Burgos, con mucho la ciudad más mencionada anoche y un lugar de peregrinaje imprescindible.

Después de Batista y clases de oposiciones y comida con Paloma y ofertas entrañabilísimas con vino tinto y licor de hierbas, cita con Lury en Moncloa para hablar de nuestra sesión de fotos. Ella es fotógrafa y yo necesito una fotógrafa porque la otra que conozco vive muy lejos y cuando viene a Madrid nos apetece de todo menos andar posando...

Así que grifos goteando, farolas medio iluminadas, miradas penetrantes que desarman a cualquiera, y luego ya películas de los 80, actores favoritos, diferencias entre libros y adaptaciones en pantalla grande, ideas y gestos que surgen de la nada... Y como las cosas están bien y tranquilas y a gusto, nos vamos a Ópera, recogemos a Irene, subimos a Antón Martín, donde está Pablo y nos ponemos a buscar sitios para dejar sus maquetas.

Somos unos grandes profesionales del marketing. Tan grandes que dejamos una maqueta en La Boca del Lobo -y gracias- y nos vamos a cenar y beber sangría y vino y cerveza y venga ahí, los chavales poniéndose hasta arriba, aquello parece el Brasil del 70 y encima viene Kika, y Pablo y yo pensamos en lo orgulloso que estaría Xavi de nosotros y seguimos bebiendo hasta que deciden ir a Libertad, sin pasar por el Costello, para ver a Bea.

Por el camino, le dejamos la maqueta al portero del Bourbon, que, seguro, seguro, seguro, que se la va a dar al encargado. Ya verán, yo estoy convencido, vamos. Pablo, también.

Libertad. Territorio comanche. No se puede ir con dos chicas guapas a Libertad. No con dos chicas tan guapas, desde luego. Siempre viene un listillo a darte lecciones. No saben lo que odio a los listillos, ¿no les pasa a ustedes? Bea, además, se va enseguida, a cenar, así que, bueno, un rato es mejor que nada y, como siempre, reto a las convenciones y las tácticas y decido hacer lo que quiero y pasármelo bien y disfrutarlo y hablar de Materazzi y de Tostao y de la catedral de Burgos y de Higuaín y de los sondeos electorales, que se empeñan en darme 0-1 escaños en todo tipo de circunscripciones, y entonces Irene se va, y Kika se va, y Lury se pone a enseñarle fotos a Julián y Julián nos invita a una copa y la camarera italo-etíope, cuyo nombre no recuerdo y apostaría a que ella no recuerda el mío nos habla de Pink Floyd y de Roma y de Addis-Abeba, incluso de Santiago de Compostela y el sitio cierra y uno ve cosas que realmente no puede creer y salimos a esperar al Búho, pero no hay Búho sino un tipo que nos vende un disco de Estopa por un euro -y está a punto de regalarle a Lury los otros cinco que lleva, pero nosotros le decimos que no, joder, que a alguien le gustará La Oreja de Van Gogh en esta ciudad y que busque más compradores por ahí- y al final acabamos en un taxi a Moncloa, el sitio donde empezamos doce horas antes menos veinte minutos que la hice esperar, y quedamos en vernos el sábado para concretar estudios e historias y eso.

Un invierno fatal.