sábado, septiembre 17, 2011

Barcelona 8- Osasuna 0



En la previa de la temporada del Barcelona que publicábamos en Fiebre de Fútbol el mismo 1 de septiembre, ya se advertía una circunstancia: este Barça probablemente fuera el más espectacular de los cuatro años de Guardiola y podíamos esperar unos cuantos partidos impresionantes con goleadas rotundas. Por otro lado, comentábamos, estaba por demostrar su capacidad competitiva. Estos tres años han sido un rosario de títulos no ya porque Messi marcara muchos goles o Iniesta y Xavi estuvieran sublimes… sino por un concepto del juego de equipo en defensa y en ataque que superaba tácticamente a cualquier otro equipo de Europa.

Sin duda, el partido contra Osasuna pertenece a los del primer tipo: goleada de escándalo sin dar nunca la sensación de esforzarse demasiado. Messi marcó tres goles, dio dos asistencias, tiró dos a los palos y aún estuvo a tiempo de marcar con el pecho en fuera de juego. En lo que va de temporada, el argentino lleva ya 9 tanto. En las dos anteriores sumó 100. Así está el patio. Sumen a eso, solo este año, seis asistencias ya.

Guardiola volvió a salir con tres defensas al campo, como ante el Villarreal: Puyol, Mascherano y Abidal, tres jugadores rápidos, de cruce, pero con dificultades para sacar el balón. La diferencia esta vez es que por delante no estaba Keita sino Busquets. Con todo el respeto al jugador de Malí, sin duda muy útil en otros puestos del centro del campo, el equipo no tiene nada que ver cuando lo dirige él y cuando lo dirige el canterano. Son mundos distintos. Con dos extremos bien pegados a la banda, en este caso, Alves y Villa, la superioridad por dentro fue incluso cruel: aquello variaba entre el 3-4-3 y el 3-3-4 cuando Cesc se quedaba al borde del área para tirar paredes o culminarlas.

Los goles fueron cayendo casi por inercia, movidos por la aplastante posesión de balón del Barcelona en una zona de peligro constante. Cierto es que la defensa de Osasuna estuvo desastrosa, sin saber leer los desmarques ni tirar correctamente el fuera de juego y con un portero al que casi se le cae el larguero encima. En fin, no nos cebemos, suficiente tienen. Tenía curiosidad por ver a Alves jugando de extremo, es decir, sin llegar desde atrás, y la verdad es que su partido fue excelso: dio el pase del primer gol a Messi y estuvo creando problemas todo el encuentro, confirmando una mejoría que ya apuntó el martes ante el Milan.

Al gol de Messi le siguió otro de Cesc, luego un tercero de Villa y cuando la cosa parecía que se calmaba llegaron dos seguidos antes del descanso: Roversio culminó un partido espantoso rematando en propia puerta el rechace de un tiro de Villa, y Messi marcó el quinto en una nueva pared con Cesc. La conexión entre ambos no solo apunta a muy buenas cosas este año sino para muchas temporadas más. El sueño de un fin de ciclo con Iniesta en 27 años y Messi y Cesc en los 24 resulta complicado.

Aun así, habrá rivales más duros que los navarros y ahí el Barcelona tendrá que demostrar que vuelve a ser el equipo al que no solo no le marcan sino que no le llegan. La primera piedra de toque será Mestalla, el miércoles. Ante Osasuna, la defensa dio muchas muestras de fragilidad de nuevo, pero es normal si se tiene en cuenta que toda la segunda parte la jugaron Adriano, Mascherano y Maxwell cerrando atrás cuando ninguno es defensa del todo.

Parecía que la fiesta se iba a acabar con el sexto gol, obra de Xavi, a pase, nuevamente, de Messi. El cambio por Afellay paró por completo el ritmo del Barça de una manera curiosa: la desaparición de Xavi provocó la de Cesc y Messi tuvo que cubrir demasiados metros, a cambio pudimos ver alguna jugada interesante de Thiago, quien, desde el fichaje de Fábregas lleva tres partidos como titular en las tres jornadas de liga, siguiendo una progresión que aún ha de confirmarse pero cada vez más dentro del equipo.

Como decía, la salida de Afellay, un pequeño desastre táctico, congeló la posesión azulgrana, que por momentos volvió a convertirse en intrascendente. El holandés corre el riesgo de pasar por el club catalán como hiciera su compatriota Richard Witschge hace veinte años: apunta maneras, juega con su selección, parece que podría llegar a algo… pero sigue tan perdido como cuando llegó hace ya nueve meses.

Del tedio nos sacaron de nuevo Cesc y Messi. El ex del Arsenal se llevó el balón en una jugada embarullada probablemente ayudándose del brazo y sirvió a Villa el séptimo. Casi de inmediato, Messi se revolvió ante la pasividad de sus tres defensores, amagó, tiró al portero al suelo, y la colocó suave cerca del palo. Ese gol supuso el decimoquinto del Barcelona en tres jornadas. Si tenemos en cuenta que el Real Madrid lleva 10 en dos partidos nos sale un total de 25 goles en cinco partidos. Escandaloso.

Acostúmbrense a esto, porque va a ser la norma. En ambos equipos. Los detalles decidirán quién gana la liga y cuando digo los detalles digo la competitividad, el ritmo, la regularidad… y el manejo de la plantilla. La excentricidad de Anoeta le costó dos puntos al Barcelona mucho más que cualquier exceso de confianza. Pudo haberlo, pero en cualquier caso, el Barça no fue mejor que la Real, desde luego no en el segundo tiempo, y difícilmente lo será con Keita de pivote.

Si la ortodoxia vuelve, sea con tres o cuatro defensas, el equipo será difícilmente parable en España y en Europa. Pero con una plantilla tan poco ortodoxa es complicado hacer apuestas.