El pasado jueves, Pep Guardiola recibía la condecoración de
la Generalitat de Catalunya y hablaba de ese momento “mágico” en el que, tras
ver un par de DVDs de su rival y tomar unas cuantas notas, sentía que ya sabía
qué hacer para ganar el partido y se convencía, a sí mismo y a sus jugadores,
de la victoria.
Algo de eso hubo al principio del encuentro: el Barcelona
desde luego salió casi como si jugara al baloncesto, marcando continuamente la
misma jugada: balón a la izquierda donde Alexis o Cesc desnivelaban la defensa
de la Real Sociedad, pared atrás a Xavi o al propio Fábregas y balón por encima
de la zaga adelantada para buscar las diagonales o la entrada desde atrás. En
solo quince minutos de partido, el Barça hizo esa jugada hasta cinco veces,
coqueteando siempre con el fuera de juego. En dos, marcó gol y pareció
finiquitar el partido. ¿Cómo el partido?... ¡La Liga, decían muchos!
Desde luego esos primeros quince minutos del Barcelona
fueron primorosos: una lección táctica de conocimiento del rival. Del resto del
partido no se puede decir lo mismo. La alineación mostraba en su esplendor los
dos graves problemas a los que se puede enfrentar el Barça esta temporada, y
hay que pensar que Guardiola quiso salir de dudas cuanto antes, para no improvisar
en el tramo final: la ausencia de centrales obligó a la presencia de Fontàs,
mientras Busquets tuvo que retrasar su posición. Como daño colateral, Keita
pasó a organizar el juego, con los problemas habituales.
El 0-2 maquillaba todas estas dificultades: Xavi creaba
y Keita destruía… la Real no bajó los
brazos pero tampoco mostró una especial fe en la remontada. Cuando lo hizo,
creó peligro o al menos dio la sensación de que el peligro estaba cerca. La
fragilidad defensiva del Barcelona era evidente y palpable. La lesión de Alexis
hizo que la táctica ofensiva dejara de funcionar por completo. Hasta un mes de
competición puede perderse el chileno, que jugó media hora soberbia.
Con un Thiago algo más participativo –su primera parte fue
anecdótica- el Barça salió tras el descanso con la misma organización y la
misma idea. El problema es que la Real Sociedad aprendió mucho de esos quince
minutos de pausa: retrasó la línea sin mermar la presión y recurrió a su vez a
balones cruzados por encima de los centrales, incapaces de coordinarse o
transmitir la más mínima seguridad.
De esa manera llegó el 1-2: Fontàs primero se come un centro
desde la izquierda, que no puede despejar pero tampoco puede rematar Agirretxe…
la continuación de la jugada lleva inmediatamente a otro centro desde la banda
derecha, que se vuelve a comer el canterano, perdiendo la posición una vez más
ante el delantero vasco, que marca de gran cabezazo abajo. La actuación de
Fontàs este sábado hizo por momentos que el aficionado barcelonista añorara
incluso a Gaby Milito.
El 1-2 podía poner de los nervios al vigente campeón. Lo que
nadie imaginaba es que fuera a ser de manera tan inmediata y tan brutal: solo
el run-run de Anoeta bastó para que Villa, nervioso en la banda izquierda, despejara
a su portero desde una distancia de 60 metros. Cualquiera que se acuerde del
3-2 del Tenerife al Madrid en la temporada 1991/92 sabrá de los peligros de
acciones así: Valdés se quedó a media salida en el despeje, de los centrales
nunca más se supo y Agirretxe, una vez más, se plantó solo ante el portero: su
disparo en vaselina fue despejado por Busquets con la mano, rebotó en el
travesaño y Griezmann remató desde atrás, llegando antes que toda la defensa
catalana.
En rigor, el árbitro debería haber expulsado a Busquets,
haber pitado penalti y anular el gol posterior. Si no dio la ley de la ventaja –de
manera incorrecta- lo pareció. Nunca lo sabremos y eso dará motivos de queja
para una semana más, por si había pocos.
El resto del partido fue un ataque de nervios del Barcelona.
Por alguna razón, olvidaron que el peligro estaba en la izquierda, en la
posición fijada de Villa. El asturiano tiró algunos desmarques muy peligrosos
pero nadie le vio. Luego se metió por tendencia natural al centro y empantanó
el juego. Xavi intentó tirar de galones, pero no encontró huecos, Fábregas
desapareció y la entrada de Iniesta y Messi solo redundó en un cierto embudo
ofensivo.
La Real Sociedad no se conformó con el empate. Por supuesto,
asumió un rol defensivo ante las cargas demasiado verticales del Barça, pero no
renegó de la contra. En ese sentido, Fontàs volvió a ser un peligro constante
hasta que Guardiola decidió retirarle del campo y jugar con tres defensas, una
solución que no mejoró en nada al Barcelona, que pudo incluso perder el punto restante
en dos jugadas en el descuento donde Alves y Busquets evitaron in extremis el
gol.
En definitiva, un punto para el Barcelona, que tiene un
calendario demasiado complicado como para permitirse estos lujos en una liga en
la que se van a ceder muy pocos puntos. Apelar a la mala suerte sería absurdo.
No hubo nada al azar en el partido, aunque por momentos lo pareciera: el Barça
ganó cuando explotó las debilidades de los donostiarras, la Real empató cuando
se mostraron las enormes carencias defensivas de los catalanes.
Estas cosas son las que se aprenden en los cuartos oscuros,
no se vuelvan locos.