Uno de los momentos del viaje es cuando cruzamos un arco a la izquierda y aparece la Plaza del Campo de Siena. Es de noche, una noche de sábado que en Italia se vive a lo grande, con una elegancia de provincias, de adolescentes engominados y perfumados. La Chica Diploma me avisa, porque ella estuvo cuando tenía 17 años, pero aun así la belleza es inmensa. En general, toda la belleza de Siena abruma porque, si Florencia es viajar en el tiempo, ¿esto qué es?, ¿cómo se puede vivir cada día, cada noche en una ciudad no ya renacentista sino medieval, con sus arcos,sus esculturas, sus frescos...una ciudad museo con coches a toda velocidad subiendo y bajando las cuestas.
Venimos sorprendidos de lejos, la verdad, de Arezzo y de mucho antes. ¿Cómo es posible que toda la Toscana se conserve como si jamás hubiera sufrido una guerra, una conquista, un pillaje? Cada ciudad, incrustada en su respectivo monte, se mantiene con una elegancia que choca con la realidad de país en bancarrota, país rescatado. En las calles no hay pobres, no hay borrachos, solo coches de época paseándose por las calles mientras las banderas y los escudos rodean las plazas.
¿Cuánto de todo esto es un simulacro, o, más bien, cuánto de todo esto no es un simulacro, Tadzo en una playa de las afueras de Venecia?
Imposible saberlo. De nuevo, todo es precioso, una preciosidad insisto, acentuada por el entusiasmo del fin de semana. Los aires de fiesta. Los chicos y chicas. La emisora de elección es RDS, aunque la Chica Diploma se harte cada vez más de Tiziano Ferro y Eros Ramazzotti. Es una emisora que se da poco a las sorpresas y cuando por fin cambiamos resulta que suena Luca Carboni y recuerdo que hace 25 años de aquello de "Luca lo sabe, sabe que Silvia se pincha ahora...". Lo de este país con el pasado empieza a ser una cosa enfermiza y en Corcona estoy a punto de hacerle una foto a un cartel electoral de Berlusconi que es de 2013 pero ya tiene un punto ajado, amarillento...
De Corcona salimos ya al atardecer pero nos perdemos de nuevo. La buena noticia es que perderme cada vez me desespera menos y supongo que eso quiere decir que empiezo a relajarme y bromeamos con los coches que se dedican a adelantar de tres en tres en una carretera de doble sentido, ya casi de noche y en línea continua. Cada pocas curvas vemos un ramo de flores en una cuneta pero si uno lo piensa pocas parecen porque en resumen este es un país tan apegado a lo que fue que el presente es cosa de suicidas. Un país a toda velocidad hacia ningún lado. Todos corriendo, cada uno a lo suyo.
Todos menos el camarero del restaurante de Siena, que nos tiene sin poder pagar durante veinte minutos mientras el Barça golea en Vallecas y yo pierdo definitivamente la liga del Top Eleven en la última jornada, cosa que a la Chica Diploma -en este país conocida como la Ragazza Senza Glutine y sus Celiacci- no sé si le desagrada del todo porque intuye que así voy a dejar el teléfono móvil en paz.
Obviamente se equivoca.