Sueño con mi abuela. Es un sueño normal en el que de repente me doy cuenta de lo horroroso que sería vivir sin mi abuela, lo intolerable de un-mundo-sin-mi-abuela y a la vez que me doy cuenta de eso creo recordar que de hecho está muerta y que solo podré estar con ella lo que dure el sueño y es una sensación muy angustiosa y a lo largo de la mañana estoy a punto de llorar dos veces: una, en la ducha, recordando el post que le dediqué cuando murió, un post privado en un blog privado que nadie puede leer salvo yo... y yo no me atrevo a hacerlo. Dos, cuando escribo a mi prima para unas clases de inglés y tecleo "nuestra abuela" y por un momento caigo en la cuenta de que "mi abuela" no era solo mía sino que hay otra persona en el mundo que puede decir "mi abuela" para referirse a ella y es un momento tan reconfortante que emociona.
Quedan nueve días para mi boda; once para la celebración. Si no hubiera prolongado tanto la adolescencia -que tampoco ha ido tan mal, ojo, y al fin y al cabo, o yo no las quería a ellas o ellas no me querían a mí, qué le vamos a hacer- en la fiesta estaría mi abuelo paterno, estaría mi padre y estaría mi abuela materna. Creo que sería bonito. Creo que parte de la emoción tiene que ver precisamente con eso, con el hecho de casarme sin mi abuela, de darle bisnietos a mi abuela que no verá jamás y sobre todo, con la desolación de que la Chica Diploma no pueda conocerla y que ella no pueda conocer a la Chica Diploma más allá de algún sueño en el que les dé por coincidir.
Por lo demás, la vida sin mi abuela no ha sido horrorosa pero eso no quiere decir que no la eche de menos casi cada día, que es algo de por sí bastante horroroso. Lo que pasa es que hago como si no, como si lo hubiera olvidado y no pasara nada y luego viene el inconsciente a pedir cuentas. Lo de mi inconsciente tiene que ser de traca. Cuando murió, lo primero que hice fue salir corriendo. De hecho, salí corriendo antes, me pasé corriendo en todas las direcciones desde el momento en que intuí que se moría, a ver si me pillaba en algún otro lugar. A punto estuve de conseguirlo. Fenomenal escapista. Cuando mi madre me atrapó con un lazo yo ya estaba en San Sebastián, esperando a que escampara bajo las cornisas del Barrio Viejo.
Eso fue en 2007, un año en el que me empezó a dar por las entrevistas. Era divertido porque no era nadie. Con "no ser nadie" me refiero a no tener biografía. La vida sin biografía es hermosa, una canción de Eliza Doolittle. Vida de francotirador. Ahora, 160 caracteres se me hacen cortos y la gente entiende lo que pone; antes, todo era puro disfrute, una entrega kamikaze muy poco rentable -sobreviví de la comida de mi madre y la herencia de mi abuela, que en el fondo también era de mi madre- pero muy enriquecedora. Ayer, por ejemplo, me mandaron de la Editorial Lumen una nota de prensa del nuevo libro de Lara Moreno proponiéndome una entrevista que tuve que rechazar porque, ya digo, me caso en nueve días y me dan ataques de ansiedad en los restaurantes... y al fin y al cabo, a Lara ya la entrevisté en su momento y creo que quedó
una cosa bonita.
Que quede bonita, sin embargo, no quiere decir que
sea bonita, ni que esté bien escrita ni que se entienda nada. Creo que yo abusaba en esos años del solipsismo y en un escritor ya es peligroso pero en un periodista es una ruina. Leía demasiado a Capote y abusaba del intimismo, como si cada personaje fuera una incógnita. El lector, el buen lector, sale de la entrevista más confuso de lo que entró y conociendo menos del personaje. Si no menos, digamos que peor. ¡Ah, pero cómo lo disfrutaba! Cada vez que entregaba una de esas entrevistas me sentía único, maravilloso, especial. Supongo que lo necesitaba. Ahora es todo distinto y en cadena. Escritura Ford T. Este post, por ejemplo. Quince minutos con pausa para probarme el pantalón de la ceremonia.
Deprisa, deprisa.
Cuando me leo, me echo de menos. Como ven, mi nostalgia no tiene límites. No digo que me eche de menos como echo de menos a mi abuela pero echo de menos la vida en las frases. Yo creo que mi escritura ahora es más formal, menos viva, menos apasionada. Una escritura con pipa y barriga, algo así. Escritura de
chateau. Me gustaría pensar que es porque ya no tengo que seguir huyendo de ningún lado y eso me hace más terrenal, más clarito y a menudo más aburrido. Qué le vamos a hacer. Alargar la adolescencia hasta los 30 tuvo sus ventajas y sus riesgos pero alargarla hasta los 36 sería ya un escándalo.