domingo, agosto 04, 2013

Rosa Díez y Rajoy, más allá de Ketama y las veinte preguntas



Que tenía pinta de que Rosa Díez estaba siendo brillante en su intervención del jueves es algo de lo que me di cuenta leyendo en Twitter comentarios del tipo: “Pues la verdad es que…”, “Me duele decirlo pero…”, que es lo más que Rosa Díez y UPyD van a conseguir en las redes sociales aparte de algún que otro Trending Topic por torpezas de Toni Cantó o frases sacadas de contexto. No sé si mucha gente en España es de UPyD sin saberlo pero todos tenemos muy claro a estas alturas que mucha gente en España organiza sus filias y sus fobias sin sentirse en la obligación de leer ni escuchar lo que le dicen.

Había apagado la televisión muy enfadado por el discurso de Mariano Rajoy. Ese discurso de “Bárcenas bajó de una nave espacial, confiamos en él porque parecía majete y ahora les está sirviendo a ustedes para intentar acabar con España a ojos de los mercados”. Toda su intervención fue un disparate, de una agresividad y un matonismo reforzado por las órdenes a los militantes —perdón, los diputados- de aplaudir “todos a una” cada una de las frases de su gran líder. Un espectáculo grotesco que recuerda a los de los presidentes de determinadas Comunidades Autónomas cuando intentan convencer a sus votantes de que poner en duda su aptitud política en el cargo es un ataque no a la gestión sino a la persona y no a la persona sino al estado o comunidad que representan.

De lo más barato que se ha visto en años. Impropio de alguien que está consiguiendo que el peor presidente de la historia de este país, Zapatero, empiece a parecer bueno en comparación.
En fin, que me enfadé con eso y con su empeño de convertir toda su explicación en un ataque a Rubalcaba. Yo no voto a Rubalcaba. De hecho, hay 37 millones de españoles que no votan a Rubalcaba pero siguen teniendo de presidente a Rajoy y quieren saber qué demonios ha estado pasando en el partido que él lleva presidiendo desde 2004. Igual que Bárcenas bajó de un OVNI para refugiarse en un despacho hermético, parece que Rajoy se enteró de que presidía el partido del propio Bárcenas mientras leía el Marca. Ahí nadie sabía nada, nadie conocía a nadie. Omertá.

La intervención de Rosa Díez fue muy comentada por sus veinte preguntas pero a mí, viéndolas a posteriori, grabadas, me parecieron tediosas. Ahora bien, los primeros cinco minutos de la intervención la separan del resto de líderes políticos. De acuerdo, no sabe la diferencia entre “vigésimo” y “veinteavo” y no lo voy a aplaudir. Tampoco voy a aplaudir que cite a Ketama para cerrar su discurso porque lo frivoliza, pero sí aplaudo y sin fisuras las siguientes ideas:

El presidente se comportó como un matón e insultó a toda la cámara al insinuar que eran cómplices de un delincuente, negó la soberanía popular del Parlamento y vinculó el control de la cámara al Gobierno con un ataque a España que puede desestabilizar los mercados. Él eligió a Bárcenas, él reconoció el error pero la culpa era de los demás. Un grave error político, efectivamente, debe ir acompañado de una gran responsabilidad política, ni siquiera penal, que eso vendrá más tarde. Salir a decir “Me he equivocado, mi gerente y tesorero durante veinte años es un delincuente” para después no asumir responsabilidad política alguna sino liarse a citar a Rubalcaba, que ya me dirán ustedes qué me importa a mí Rubalcaba cuando me importa el país, y acabar cada intervención con una frase memorable al estilo de José María García, es, efectivamente, vergonzoso.

Algo más comentó Díez de interés: la democracia en España es de muy baja calidad y la culpa no es de los que lo denuncian sino de los que adjudican contratas a los amiguetes y los que se quedan con el dinero de los ERE y los que urden tramas, sean del partido que sean, para protegerse unos a otros y enriquecerse sin que nadie pueda investigar porque los parlamentos están bloqueados por mayorías absolutas. Es imposible deslindar la situación económica de los desmanes y corrupciones de los políticos y las instituciones. Partidos cuyo presidente coloca a un delincuente —según sus propias palabras- de tesorero, le mantiene el despacho durante meses, le sigue pagando un sueldo o un finiquito en diferido —casi prefiero lo primero porque lo segundo es fraude fiscal y a la Seguridad Social-, lo dice en Parlamento tan ancho y empieza a repartir basura por todos lados.

Un Parlamento, por lo demás, convertido en un patio de vecinas, que es lo que esta gente ha hecho con la política y la democracia; un lugar donde nadie escucha a nadie y la arrogancia llega a niveles insospechados. El propio Rajoy, en su peculiar selección de hechos que le incitaron a confiar en Bárcenas al principio del caso Gürtel mencionó la famosa cacería del ministro de Justicia socialista con el instructor del caso, el juez Garzón y que obligó a dimitir a Mariano Fernández Bermejo. Bien dimitido estuvo, aunque nadie pudiera probar que en esa cacería existieran indicios siquiera de prevaricación.

Bien dimitido, señor Rajoy, porque a veces, y a usted le gustaba y lo pedía, los miembros de los gobiernos dimiten cuando cometen errores políticos y la beneficiada no es la oposición, que sigue opositando, sino España, y, con España, ya si quiere ponerse macroeconómico, su prima de riesgo, la confianza de los mercados y ese largo etcétera que siguen repitiendo machaconamente para que la gente olvide la realidad. La misma realidad que de vez en cuando, con mayor o menor acierto, Rosa Díez lleva al Congreso.

Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"