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Rosa Díez y Rajoy, más allá de Ketama y las veinte preguntas
Que tenía pinta de que Rosa Díez estaba
siendo brillante en su intervención del jueves es algo de lo que me di
cuenta leyendo en Twitter comentarios del tipo: “Pues la verdad es
que…”, “Me duele decirlo pero…”, que es lo más que Rosa Díez y UPyD van a
conseguir en las redes sociales aparte de algún que otro Trending Topic
por torpezas de Toni Cantó o frases sacadas de contexto. No sé si mucha
gente en España es de UPyD sin saberlo pero todos tenemos muy claro a
estas alturas que mucha gente en España organiza sus filias y sus fobias
sin sentirse en la obligación de leer ni escuchar lo que le dicen.
Había apagado la televisión muy enfadado por el discurso de Mariano
Rajoy. Ese discurso de “Bárcenas bajó de una nave espacial, confiamos en
él porque parecía majete y ahora les está sirviendo a ustedes para
intentar acabar con España a ojos de los mercados”. Toda su intervención
fue un disparate, de una agresividad y un matonismo reforzado por las
órdenes a los militantes —perdón, los diputados- de aplaudir “todos a
una” cada una de las frases de su gran líder. Un espectáculo grotesco
que recuerda a los de los presidentes de determinadas Comunidades
Autónomas cuando intentan convencer a sus votantes de que poner en duda
su aptitud política en el cargo es un ataque no a la gestión sino a la
persona y no a la persona sino al estado o comunidad que representan.
De lo más barato que se ha visto en años. Impropio de alguien que
está consiguiendo que el peor presidente de la historia de este país,
Zapatero, empiece a parecer bueno en comparación.
En fin, que me enfadé con eso y con su empeño de convertir toda su
explicación en un ataque a Rubalcaba. Yo no voto a Rubalcaba. De hecho,
hay 37 millones de españoles que no votan a Rubalcaba pero siguen
teniendo de presidente a Rajoy y quieren saber qué demonios ha estado
pasando en el partido que él lleva presidiendo desde 2004. Igual que
Bárcenas bajó de un OVNI para refugiarse en un despacho hermético,
parece que Rajoy se enteró de que presidía el partido del propio
Bárcenas mientras leía el Marca. Ahí nadie sabía nada, nadie conocía a
nadie. Omertá.
La intervención de Rosa Díez fue muy comentada por sus veinte
preguntas pero a mí, viéndolas a posteriori, grabadas, me parecieron
tediosas. Ahora bien, los primeros cinco minutos de la intervención la
separan del resto de líderes políticos. De acuerdo, no sabe la
diferencia entre “vigésimo” y “veinteavo” y no lo voy a aplaudir.
Tampoco voy a aplaudir que cite a Ketama para cerrar su discurso porque
lo frivoliza, pero sí aplaudo y sin fisuras las siguientes ideas:
El presidente se comportó como un matón e insultó a toda la cámara al
insinuar que eran cómplices de un delincuente, negó la soberanía
popular del Parlamento y vinculó el control de la cámara al Gobierno con
un ataque a España que puede desestabilizar los mercados. Él eligió a
Bárcenas, él reconoció el error pero la culpa era de los demás. Un grave
error político, efectivamente, debe ir acompañado de una gran
responsabilidad política, ni siquiera penal, que eso vendrá más tarde.
Salir a decir “Me he equivocado, mi gerente y tesorero durante veinte
años es un delincuente” para después no asumir responsabilidad política
alguna sino liarse a citar a Rubalcaba, que ya me dirán ustedes qué me
importa a mí Rubalcaba cuando me importa el país, y acabar cada
intervención con una frase memorable al estilo de José María García, es,
efectivamente, vergonzoso.
Algo más comentó Díez de interés: la democracia en España es de muy
baja calidad y la culpa no es de los que lo denuncian sino de los que
adjudican contratas a los amiguetes y los que se quedan con el dinero de
los ERE y los que urden tramas, sean del partido que sean, para
protegerse unos a otros y enriquecerse sin que nadie pueda investigar
porque los parlamentos están bloqueados por mayorías absolutas. Es
imposible deslindar la situación económica de los desmanes y
corrupciones de los políticos y las instituciones. Partidos cuyo
presidente coloca a un delincuente —según sus propias palabras- de
tesorero, le mantiene el despacho durante meses, le sigue pagando un
sueldo o un finiquito en diferido —casi prefiero lo primero porque lo
segundo es fraude fiscal y a la Seguridad Social-, lo dice en Parlamento
tan ancho y empieza a repartir basura por todos lados.
Un Parlamento, por lo demás, convertido en un patio de vecinas, que
es lo que esta gente ha hecho con la política y la democracia; un lugar
donde nadie escucha a nadie y la arrogancia llega a niveles
insospechados. El propio Rajoy, en su peculiar selección de hechos que
le incitaron a confiar en Bárcenas al principio del caso Gürtel mencionó
la famosa cacería del ministro de Justicia socialista con el instructor
del caso, el juez Garzón y que obligó a dimitir a Mariano Fernández
Bermejo. Bien dimitido estuvo, aunque nadie pudiera probar que en esa
cacería existieran indicios siquiera de prevaricación.
Bien dimitido, señor Rajoy, porque a veces, y a usted le gustaba y lo
pedía, los miembros de los gobiernos dimiten cuando cometen errores
políticos y la beneficiada no es la oposición, que sigue opositando,
sino España, y, con España, ya si quiere ponerse macroeconómico, su
prima de riesgo, la confianza de los mercados y ese largo etcétera que
siguen repitiendo machaconamente para que la gente olvide la realidad.
La misma realidad que de vez en cuando, con mayor o menor acierto, Rosa
Díez lleva al Congreso.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"